Hija única. Libro de los Recuerdos
Palabras
como pájaros
__________________________________
Nací
a la medianoche en primavera. Mis padres, que ya eran grandes, sintieron que un
sueño se convertía en realidad.
Las
callejas de mi pueblo mostraban un campanario bendecido por mi bisabuela
Melanie, allá por el 1900.
En el retablo de la luna quedaron mis ojos
negros…
La
gente, en los veranos, se sentaba en las veredas a tomar aire. Nosotros
jugábamos sin tener miedo a nada; nos reíamos, disfrutábamos de las tardes sin
brújulas. La única responsabilidad era aprender.
Mi
infancia fue la época más feliz de mi vida.
Las
aceras que, entre la enramada, enlazaban sus tramas me envolvían en guerras de
indios, toldos y plumas, viajes a países de princesas etéreas con libros,
poemas y comparsas. Participé del carnaval; la carroza se llamaba Pimpollo y yo iba vestida de flor. Entre
luces y sombras, las máscaras mostraban el artificio de lo efímero. A mí no me
gustaban mucho esos festejos, me parecían algo desenfrenados; querían arruinar
mis mejillas empolvadas. Yo no jugaba, sólo miraba. Parecía muñeca de cera, no
quería que me tocaran… Prefería la paz de mi casa. En aquellas jornadas de modista criando bebés
de felpa, me abrazaba a mi gato negro. Yo lloraba y él, desesperado, no sabía
cómo consolarme.
Solía
viajar en tren en algunos inviernos. Veía los campos desnudos y los tejados
blancos. Las chimeneas parecían envejecidas por la bruma cuando el día tomaba
su fotografía. Eran las estaciones del alma que escribían su historia.
No
tenía idea de las horas y de la finitud de la existencia porque era dichosa.
El
recuerdo de aquellos días me trae la perfección de los momentos y me enfrenta a
una realidad diferente, pero me quedan sus rastros, las fotografías y el culto
a la amistad.
Llueve la tarde
sobre el rojo tejado
risas de niños.
En
la adolescencia engañaba al espejo cuando mi rostro me decía que parecía un
angelito del cielo. Quería ser mayor, corría delante de mis propios pasos.
Necesitaba llegar… ¿Dónde?
La
esperanza invadía un mundo en donde la música encontraba sus horarios, era
cuidadosa y sabía, espiritual. Me abandonaba a las ideas intelectuales con mi
mirada pulcra de joven rebelde y solitaria. No veía a la gente porque soñaba
con una de mis obras: encontrar un amor único que llenara los espacios vacíos
con la sabiduría del equilibrio.
Dibujaba
poesías, pintaba cuentos… con un sentimiento único e irrepetible y con el
íntimo deseo de permanecer a la vera de los días, razonablemente feliz.
Existía
una historia adulta que me esperaba entre cuadernos y patios, con un jardín de
pétalos chinos y de golondrinas.
Yo
me internaba por los recodos de mi casa colonial y entre la periferia de un
Arca poblada de gatos me dormía para seguir soñando.
Se
abre el libro mayor…
Y
allí figuran los primeros miedos y los insomnios que hablan. Veinte años
sobresaltada por los temores. Dos ojos severamente recorriendo los rincones que
suenan a cristales rotos y la manta de lana juega en mis hombros como los cien
folios en sus gotas de miel.
¡Todo
se registra en las páginas de la vida!
Mis
padres
y
la ausencia de ellos,
la
casa rural,
la
gata Milagros,
el
dolor,
la
página en blanco…
------------------------PASIÓN POR
Los hermanos Grimm, El Principito de Antoine de Saint-Exupéry, Han Christian Andersen, Mark Twain, Perrault, Anna Frank, Jane Austen, las hermanas Brontë.