Enero 2022

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COM

 


Yo no tengo espíritu navideño a pesar de que escribo Cuentos de Navidad. Es que miro estas fechas con otros ojos. Me traen paz al alma, pero también demasiada melancolía. Al sentir tanta alegría afuera, más sola me siento. De todas maneras, busco en el fondo de las cosas los interrogantes y ese sosiego que necesito. Ahora más que nunca.

Este año ha sido duro, no pensé que fuera así. Al final del 2020 puse todas mis esperanzas en que fuera mejor, pero me equivoqué. Ojalá que el que viene me demuestre toda su fortaleza y el cambio que necesitamos, porque se va la vida.

Quiero agradecer a todos los que visitaron el blog que lleva doce años, a quienes desde este sitio compraron mis libros o los descargaron, a los que simplemente leyeron o me dieron una palabra de aliento, de sostén, tan necesaria. A todos por igual, son ángeles a la distancia que con rozar las teclas con la punta de los dedos desparraman amor y eso se siente como una caricia.

Les deseo de corazón que este 2022 sea mejor y que aquello que nos acecha para quitarnos la libertad desaparezca, que podamos sanar por dentro y disfrutar de lo que se nos ha dado. Los quiero un montón. Infinitas gracias por acompañarme tantos años.

Salud, mucha salud, cuídense.
Amor del que todo lo puede.
Felicidades.
2022

La llave, de Gabriel Keilis


 Erika Yamashiro



Dormido cerré la puerta.
Al despertar quise abrirla,
pero recordé que había olvidado la llave
en el sueño.

Gabriel Keilis

Cinco estrellas para Cuentos de Navidad en goodreads



Gracias Silvia Fernandez por la valoración de cinco estrellas y la reseña que me dejaste en goodreads

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Una serie de cuentos que nos hace ver la navidad desde otro punto de vista y con diversos personajes.

Un niño pobre que entra en una casa y lo único que desea es ver el árbol de navidad y el pesebre, la de una anciana que pese a sus riquezas y tener muchos hijos, la pasa sola, la vida de otros ancianos que ven la vida pasada, en fin, los cuentos nos dan una mirada distinta a la navidad y es para darnos cuenta que no siempre puede ser felicidad en estas fechas si no pensamos en el prójimo.

S.Fernández.

Cuentos de Navidad--Luján Fraix

"Un egoísmo fuerte es una protección". Sigmund Freud

 


¿Se puede ser tan egoísta? 

A nadie le importó aquella soledad de invierno que la dejó en la misma nada, sin abrigo, sola, con los brazos extendidos y el corazón desierto.

La noche del alma es siempre oscura para quien no puede olvidar y Salvador recoge su velo, sin saberlo, por las galerías inmaculadas tratando de sobrevivir a un destino que él mismo eligió... Ya es tarde. Él no sabe que el fin de los tiempos está llegando, aunque lo percibe en cada sonido cargado de relojes que alteran los sentidos, en el amanecer vacío de su cama, en las palabras ásperas y furtivas de su esposa...

Salvador quiere despedirse... ¡No! Lo piensa mejor, se irá por el camino viejo a recoger besos en la descolorida tapia de algún sepulcro angelado. Es parte de la promesa. El aire se torna inerte porque conoce de memoria su sombra interior, el abismo de sus días, la lluvia de sal que cae sobre su cabeza como cortesía de quien no tiene armas para ayudarlo...

La novia escribe una carta con letras temblorosas que alguien leerá cuando llegue el día del juicio final.

La Novia
¿Ella regresó por amor?

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Un egoísmo fuerte es una protección. (Sigmund Freud)

El egoísta suele actuar de esta manera por miedo a perder aquello que posee, una persona segura de sí misma no necesitará en ningún momento hacer uso de este tipo de actitudes.

Hija única-Libro de recuerdos


 Hola.

Decidí cambiarle el título a mi Libro de los Recuerdos porque me parecía demasiado común y porque además ya existen varios títulos iguales. De todas maneras, Hija única, no se destaca demasiado, pero me identifica más. Para ello tuve que subir a amazon una edición nueva y borrar la otra. Es por eso que ahora tiene otro enlace para llegar a él.

Enlace🔰

https://www.amazon.es/dp/B09P9SXXNZ

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DIARIO DE UNA VIDA
HECHOS REALES
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HIJA ÚNICA. Libro de Recuerdos es una autobiografía de la autora.
A través de sus páginas revive su infancia, la casa de los abuelos, los padres y su vocación por la escritura. Es un diario de alegrías y de cristales rotos, cuando el amor y el desamor dibujan tenues pinceladas frente a la edad de los espejos: los que muestran el verdadero rostro.

La autora, hija única, nos acerca la luz del escritor solitario frente a la página en blanco: su refugio. Una vida mágica para los demás, iluminada, fecunda, abierta al sol... pero desolada por un destino inexorable.

"Todos debemos ser valientes frente a las batallas"

“El amor es el olvido del yo.” Henri-Fréderic Amiel

 


La abuela francesa es una saga familiar: mi historia, la de mis antepasados...
Reúne vivencias reales y ficticias, sucesos históricos de cada época de Argentina y del mundo. Tiene ese matiz entrañable de aquellos pioneros, la búsqueda, el sentimiento de desarraigo, pero también la energía y la fortaleza de enfrentar lo desconocido.

Hombres y mujeres pobres que vinieron a levantar un país con lo puesto y la esperanza de dejarles a sus hijos algo de lo mucho que soñaban... Lo lograron porque trabajaron día y noche, porque tuvieron que librar batallas, porque fueron generosos y más. Llevaban la humildad en la sangre y los valores como bandera.

Levantaron muros y sembraron la tierra, tuvieron muchos hijos y recogieron otros, dieron trabajo al más necesitado y recibieron compatriotas que venían a compartir el pan.

Amo esa lucha que me dejaron y esta tierra bendecida que hoy, por diferentes razones, maltratan... El legado lo llevo dentro y lo defenderé por siempre porque se me caen las lágrimas cuando veo tanta injusticia.

La abuela francesa
De Suiza a Amérca
-1860-

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---------------Pasión por las historias reales: La abuela francesa, Querida Rosaura, El Libro de los recuerdos.

¿Hacia dónde va la Navidad?

 



 

 Cuento publicado este año en el diario (físico) "Hoy Canelones" de Uruguay.

Gentileza del profesor, escritor y poeta Gerardo Molina.

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−Otra Navidad que se va… −dijo la abuela sentada al fondo del patio entre las rosas chinas y los jazmines azules.

El nieto, que estaba cerca jugando con unos soldaditos, se quedó pensando en aquella reflexión que no alcanzaba a entender del todo.

−¿Dónde se va La Navidad?

−No sé. El tiempo pasa en un suspiro. Se van los años y los días y llegan otros mejores y peores. Es la vida. Y no nos damos cuenta porque estamos preocupados por otras cosas, no disfrutamos el presente. El verdadero mensaje de la Navidad tiene que ver con el alma, que en estos momentos está llena de vacíos porque estamos solos o porque tenemos una multitud al lado y nos sentimos de la misma forma. Y aparece la risa, el brindis dura un instante y los ojos se nublan por mirar un sillón vacío; otros beben sin tener idea clara de las cosas y se aturden entre romanzas abrumadoras.

−¿Hacia dónde van “las fiestas”? –volvió a preguntar el niño con curiosidad, como jugando, porque sabía que la abuela tenía tanto para decir. Había recorrido demasiado camino y, como sabia que era, cada palabra resultaba ser una sorpresa, un cuento, una fábula…−. Quiero un libro con mis días y sobre todo con una Navidad porque me gusta escuchar los villancicos, recibir regalos, mirar la estrella de Belén en lo alto del pino y acumular abrazos.

−Es una manera de decir –dijo alguien para tratar de terminar con esa conversación absurda que suelen tener los niños con los grandes.

−Simplemente… se van –volvió a decir la abuela que tejía sin parar entre los calores del verano, sin darle demasiada importancia a sus palabras y lo que podían repercutir en la imaginación de un niño y su fantasía−. A veces, llega cargada de ausencias, de grises, de falta de esperanzas..., como a muchos, y eso nos hace perder el equilibrio y dejar que celebren otros nuestra propia Navidad. La mía, la auténtica, era aquella que tenía la inocencia en su barba blanca y un trineo cargado de amor que me mostraba sus horas cansadas de tanto regalar abrazos.


−No escuches a la abuela que hoy está muy negativa. Yo sé dónde se encuentra ese lugar –comentó la nieta mayor−. Es un cofre que cada uno lleva dentro con sus días, cumpleaños, amores, despedidas, todas las Navidades de la infancia, la risa, el llanto, las canciones… Podemos buscar las fechas y los lugares para revivir cada minuto y sentirnos plenos, podemos también llorar por alguien que ha partido, ver un nacimiento, un ocaso, el mar… Ese lugar está en el alma, en el corazón, y se llama Recuerdos.

−¿Y tiene páginas?

−Son hojas sueltas que permanecen intactas y escritas por manos maestras;  cada uno de nosotros tiene las suyas que forman un destino, un camino recorrido: la identidad. Puedes revivirlas, si quieres,  para ser feliz otra vez o para ver, como detrás de un telón, tus decisiones y lo que has creado, las reacciones de tus amigos, las aventuras, los juegos, el aprendizaje… la vida toda en miles de luces brillantes igual que la Navidad.

−¿Es una farola de colores?

−Son los Recuerdos que nos iluminan…

L.Fraix

(Inspirado en un relato de L.Trevisan)

(Cuentos de Navidad)

Vamos a Belén... (Cuentos de Navidad)


No pases ya más frío,
que un lecho te preparan
ardientes corazones
de enamoradas almas.


La suavidad del viento, entre el ramaje, acompaña la noche. La luna duerme con su palidez de nácar mientras el verde llueve lágrimas frente al muro de la vieja casona.

Un niño, desgreñado y solitario, observa curioso las luces de colores. Las conoce porque suele verlas desde los ventanales de las residencias, por el barrio donde se pasea a menudo. Trepa a un árbol para mirar mejor. Las sombras están serenas pero los grillos, en su acompasado concierto, lo distraen. Abre la ventana y rápidamente lo envuelve un aroma de jazmines y de fresas. Las luminarias descubren su cara abrumada por el desamparo y la apatía. Él sabe de carencias. Un gato lo juzga como afiebrado desde su plumón y vuelve a dormitar.

La cena está servida aunque la Nochebuena ha terminado y toda la familia se ha ido a descansar, dichosos de tener ese afecto íntimo y puro. El niño está solo y aprovecha el silencio para observar la vida y la paz de quien todo lo tiene. Con su manita, toca la mesa y toma algo para comer que ha sobrado de la fiesta.


Las luces que vio desde la calle son de un abeto que se halla junto a un pesebre. Nunca conoció algo parecido. Se emociona. Piensa en la dicha de ese bebé de yeso acompañado por sus padres. El tejado del refugio está cubierto de mica junto a las montañas nevadas, los pastores y los magos de Oriente. Sonríe. Se acerca y roza con sus dedos aquellas figuras nobles cuando el tiempo lo trae a su realidad despoblada de sueños. Piensa en la madre y en su lucha diaria, en la tristeza de no tener descanso y en la pobreza que duele… Recuerda que alguna vez tuvo en sus manos un pastorcito de loza que había hallado en un contenedor. No sabía, en aquel momento, para qué podría usarlo; ahora, frente a ese establo con sus espejos de agua que brillan en la penumbra, comprende el mensaje.
 ¿Y la estrella? Marca el sendero.
Él se ve igual a la criatura de rulos con sus ojos rubios. De pronto, reacciona y cree que alguien puede llegar a descubrirlo, entonces se oculta debajo de la mesa de los postres.
“Van a sospechar que soy un ladrón”, piensa.
Solamente busca amor entre los villancicos.

¿Por qué será que esta fecha trae soledad a algunas almas?

Percibe una caricia y sus ojos se humedecen con un destello de lágrimas que se confunde con la estrella de Belén y su fulgor diamantino. Ella guió a los pastores por el camino del bien. Baja la vista y se arrodilla frente a las ofrendas: uvas y melones, copas de licor, panes suavizados con almendras y miel y guirnaldas con rosas, violetas y azahares. Escucha un arrullo de voces mágicas dormidas en la inocencia de ese momento.

Al rato, se abre la puerta. Detrás, una mujer, asustada por los ruidos, intenta encender las farolas pero la luz del abeto y del pesebre iluminan aquel rostro desvalido. La dueña de casa se oculta entre las cortinas para observarlo mejor.



El niño se levanta y va hacia la ventana. La luna lo baña con su calidez de madreperla. En el umbral, frente a la calle solitaria, encuentra una canasta llena de caramelos, tortas y panes. No se atreve a tocarla, no debe… En un momento, quiere cargarla pero no puede y se va. Sus valores humanos son parte del sacrificio de su madre, la enseñanza, y los respeta por encima de toda carencia y de las necesidades materiales. Sabe que el trabajo dignifica y que es lo único que puede salvarlo. Él sólo entró a aquella casa orientado por la luz de la estrella de Belén.

Al otro día, junto a la cama, la canasta de dulces es su regalo de Navidad.


Luján Fraix


Cuento publicado por Gerardo Molina (profesor, poeta y escritor) en el diario Canelones de Uruguay.

Noche mía

 




Desde tu ausencia descubrí la luz,
fue un susurro de palabras ya vividas.
Venturosa noche de encuentros solitarios
y de un callado rumor, estremecido.
¡Glorioso resplandor!, el rostro mío
soñó que lloraba a carcajadas...
Llegó el minuto doce, el beso;
fue un profundo dulzor, un espejismo,
pero hubo sí,
entre guirnaldas,
un ruiseñor y un villancico.

Un símbolo

 

Obras de Peggy Abrams


Mi primer y único árbol de Navidad me lo regaló mi mamá
a los tres años.
Era verde con copos de nieve en sus ramas.
Todos los 24 de diciembre mi mamá le compraba algún adorno
nuevo porque decía que traía suerte.
Junto con él,
viví los momentos más felices y también los más tristes.
El tiempo jugaba con las horas genuinas
de mi infancia que se detenían en los libros de aventuras:
soñaba con ser princesa y duende,
brujita que se escondía en un torreón negro,
fantasma sobre telarañas pretéritas...


Aquel arbolito agitaba sus alas que se desdibujaban bajo las guirnaldas,
las campanas y las tarjetas que colgaban de sus brazos
con animosos mensajes de dicha.
Parecía pedir oxígeno entre sus abalorios y era observado
como una diminuta reliquia que atesoraba
la magia de una fecha y la identidad de quien
encendía sus candelas.
Tenía la primavera en su piel de abeto,
despertaba la curiosidad de mi gato Peter,
ocultaba los regalos que traía "el niño Dios".


Los segundos incontables envejecían su rostro lucio,
pero él volvía en sus fotografías amarillas porque era 
el heredero de un nombre.
Si hubiera hablado hubiera pedido risas
a las doce de la noche cuando,
en ciertas épocas,
la tristeza golpeaba sin piedad y sin demoras.
Era como un tren que iba hacia la nada
porque sabía que tenía que emigrar...




Vivió casi cuarenta años.
No creía en milagros; buscaba el sueño
porque estaba agotado de tanta infancia,
de los arabescos sagrados y de las lágrimas.

Se fue a cincelar cometas junto con las estrellas...,
se fue a quitarle la soledad
al alma de mi madre.

Luján Fraix
(nunca volví a tener árbol de Navidad)