Septiembre
Los días semejantes. Por los caminos de agua...
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Jardines eternos
Debía buscar un camión de ruedas grandes y para eso se
acercó a un depósito de alquiler. Ya sabía con quién hablar del tema. El
hombre, aburrido y con un vaso de vino en las manos, le dio su aprobación y en
un rato estaban camino a Panguana en la jungla amazónica.
Otra vez el mismo ambiente, la historia mil veces repetida,
la tumba que lo esperaba. Lo sabía y se entregaba a ese deseo como única
posibilidad.
El agua que empujaba una rama, una piña, arrastrando
restos en estrechos riachuelos que nacían y morían en algún momento igual que
los seres humanos. Rápidamente desaparecían en el tiempo que tardaba una gota
en formarse en la punta de una brizna de hierba y caer al suelo.
Elías Fischer se dirigió otra vez a su antigua cabaña,
la que había destruido en un momento de ira. Lo atravesó el río, el Pachitea.
Se hallaba crecido. Era imponente y se abría paso rugiendo entre el bosque y
estallando contra el lomo de las rocas. Se veían troncos sumergidos después de
alguna tormenta.
−No hay tiempo para detenerse –dijo por lo bajo.
De cara al viento, comenzó a temblar. Evocó su casa
abrigada y una taza de café; escuchó las voces cariñosas de Sophia y de Hanna.
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Aluen. La colonización de la Patagonia argentina. Los indios tehuelches.
Gracias Canadá❤❤❤ (libro impreso)
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ARGENTINA, 1910
SANTA FE DE LA VERA CRUZ
La Candelaria, establecimiento rural de doña Emma: una mujer poderosa y autoritaria. La niña Felicitas, hija menor de la dueña de la estancia, es rebelde y trata de desafiar las leyes éticas y morales de una época donde los prejuicios sociales la obligan a guardar las apariencias. Un amor prohibido y su carácter irrespetuoso terminan por enfermar a su madre que toma una decisión drástica. Una tarde embarcan para Francia llevando como única compañía a Remedios, la criada.
Por aquellos años, las personas adineradas de Argentina solían viajar al hemisferio norte para alejar a sus hijos de supuestos amores inoportunos.
Cuando regresan, después de dos años, están irreconocibles. Cada una oculta secretos inconfesables y la carga de un misterio demoledor que las separa... Serán enemigas de por vida. ¿Y los hijos olvidados?
La pobreza del alma, a veces, no tiene vuelta atrás.
Los temas de esta novela son tratados con filosofía y lirismo: el temor a la muerte, los secretos, el amor, los juicios de la sociedad, la dignidad del hombre, los valores humanos, el poder de la verdad...dejando un mensaje. claro desde la psicología de los personajes.
La casa de Claude Monet
Querida Rosaura. ¿Cuánto dura el amor? La eternidad
Gracias España❤❤❤
Mi pueblo
que al pueblo se entra...
se ve el campanario,
la cruz de la iglesia.
Con sus gualdas espigas,
la madurez de la tarde
susurra en el viento
su lluvia de penas.
Camino al retablo
solfea la luna,
la espera el candor
de la plazoleta.
Más acá de los pinos,
las granjas murmuran...
Más allá en los trigales
se ha quedado dormido
el cansancio.
Un gato y su sombra
le hacen guardia a la noche.
En la plazoleta
quedó la infancia desierta,
un poeta sin coplas,
un sol abrigando la siesta.
Por la calleja gris,
en semillas de hinojos,
galopan campanas
buscando el perdón
en la fe de las almas.
La nodriza esclava. Dinastía Tudor -1510-
El funeral de Enrique VIII se realizó en St George, Windsor y luego fue llevado por grandes hombres, por lo pesado del ataúd, a descansar en la tumba de su amada reina Juana Seymour.
En el meandro de Hampton Court el monarca dejó sus trampas, el crujir de los muebles, el exquisito refinamiento y la paz de su ausencia. Los ciudadanos eran libres para proclamar a Eduardo VI con el son de las trompetas y ver a una reina emancipada, digna e inteligente.
Enrique ya desde el comienzo rechazó el amor de Dios. No tuvo interés por la comunión con él. Quiso construir un reino en este mundo y prescindir del Hacedor. En vez de querer al Altísimo, adoró ídolos, las obras de sus manos, se amó a sí mismo. Por eso el hombre se desgarró interiormente. Entraron en el planeta el mal, la muerte y la violencia, el odio y el miedo. Se destruyó la convivencia paterna. Roto así por el pecado del eje primordial que sujetó a los humanos al dominio amoroso del Padre, brotaron todas las esclavitudes.
Cada uno pensó mucho y quiso poner fin a tanto silencio porque todavía se podían liberar las ideas. Catalina Parr pudo sobrevivir. De no haber muerto el rey, ella hubiera sido la próxima víctima.
En los jardines, Isabel Law pudo ver que por la puerta de los escribientes salían los ancianos vaciados del Viernes Santo, los herejes que iban a ser crucificados; escuchó ruidos de cadenas y de hierros, los heridos cruzaban la aldea, el encapuchado del corcel y el del hacha manchada con sangre… Todos se retiraban como si hubiera terminado la ceremonia para siempre. Muy atrás, casi oculto entre las sombras de la noche, Auguste Deux agitaba su mano que se soltaba de su cuerpo igual que un eslabón.
Las esposas de Enrique VIII no estaban allí para vilipendiar sus leyes antinaturales porque no querían enlodar sus imágenes de cautivas y sacrificadas.
La ausencia dignificaba el paso por los claustros sombríos y enmudecía al más sabio adivino.
______Enrique VIII, Ana Bolena, Catalina de Aragón, las ejecuciones por presunto adulterio, Isabel I.
Sylvette David, la musa de Picasso
Los siete dones. Ella eligió perdonar...
26-EL OTRO LADO DE LA RISA
Manuel Alsina también pensaba en Milagros
Correa Viale.
En su escritorio de abogado tenía una pila de
papeles: juicios por desalojos, patria potestad, adopción, sociedad conyugal…
Mientras miraba por la ventana cómo pasaba la
gente en sus carruajes atendiendo a sus tareas diarias, dibujaba: un sombrero,
un pelo ensortijado y la mirada azul.
¿Quién no se enamoraba de Milagros?
Había que ser demasiado frío; tanta belleza
junta, tanto sol que se desprendía, puro brillo, luz y armonía.
¿Cómo llegar a ella? Lo pensaba muchas veces,
aunque su trabajo era mucho y debía atenderlo. La veía tímida y esquiva,
caprichosa como toda hija única, pero fascinante. Con un mundo interno
enriquecedor, independiente y solitaria. Un ser que no necesitaba a nadie para
tomar decisiones y que parecía de más edad, como si cargara el peso de ser
padre de sus mismos progenitores. Demasiada madurez provocaba temores en la
gente y en algunos hombres que, al verla tan hermosa, querían acercarse, pero
se marchaban y luego se olvidaban. ¿Para qué? Seguramente, serían rechazados.
“No sé cómo buscar la manera de acercarme. Si
tuviera amigas o primas, pero no conozco a nadie. Me parece que la quieren
casar. Obvio eso se estila, pero lo considero una injusticia. No la veo llegando
al altar con un caballero grande, lleno de arrugas, y perdiendo el equilibrio.
Conozco a ese señor Correa Viale, un hombre odiado por muchos, que puede llegar
a ser capaz de cualquier cosa con tal de lograr sus propósitos”, pensó Manuel
mientras terminaba de dibujar el retrato de Milagros.
Mi amor en tus ojos, el cielo.
Mi amor en tus manos, la suerte.
Mi amor en tu boca, el anhelo.
Mi amor en tu alma, el consuelo.
Mi amor sin el tuyo, la muerte.
Leopoldo Lugones
Lecciones de Poesía
Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2024
"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora". Proverbio hindú.
Jeanne Hébuterne y Amedeo Modigliani
"En agosto nos vemos", de Gabriel García Márquez
Un maravilloso regalo inesperado para los innumerables lectores de García Márquez.
Cada mes de agosto Ana Magdalena Bach toma el transbordador hasta la isla donde está enterrada su madre para visitar la tumba en la que yace. Esas visitas acaban suponiendo una irresistible invitación a convertirse en una persona distinta durante una noche al año. Escrita en el inconfundible y fascinante estilo de García Márquez, En agosto nos vemos es un canto a la vida, a la resistencia del goce pese al paso del tiempo y al deseo femenino. Un regalo inesperado para los innumerables lectores del Nobel colombiano.
La vida es una poesía que hay que saber escribir...
Licia. Hermana mía
LICIA.
De noche, Alexandre caminaba dormido por
la casa. Nadie lo escuchaba. Se sacudía como un perro de lanas antes de
acurrucarse en el sillón de la sala de lecturas entre una montaña de libros de
hojas amarillas. Las ruedas de los carruajes, en su camino de Nanterre a París,
lo despertaban y, sin tener idea de cómo había llegado hasta allí, corría a su
alcoba. No podía liberarse de sus fantasmas, pero al rato se vestía para ir al
colegio. Llegaba con la brisa frígida de la mañana. Le gustaba aquel viejo Instituto.
En el piso bajo pasaba a través de los perfumes del herbolario, de los barreños
de espinacas y de los recipientes puestos en el fondo del patio. Después subía
por la escalera de caracol, llena de humedad, cuyos escalones empinados eran
peligrosos. Frente a los escaparates de animales disecados se detenía a
observar como alienado las plumas y los ojos de vidrio de aquellas especies y
luego se dirigía nuevamente a la biblioteca a roer páginas enteras de textos.
Estaba obsesionado; buscaba respuestas que no hallaba porque quería salvarse.
Arthur John Elsley (1860-1952)