Enero 2024

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Enero 2024.

Atrás quedaron los 365 crepúsculos.
Nos esperan otros con renovadas esperanzas, con todo lo bueno que nos merecemos: salud, paz interior, afecto, compañía, sueños e ilusiones, metas por cumplir... y tantas otras cosas.

Pensemos en esa LUZ que está latente en nuestro mundo interno, la que nos da energía para caminar por un sendero libre, siendo parte de ese trayecto, logrando que se abran puertas con nuestras propias llaves, porque somos artífices de un destino. Todo está dentro de nosotros mismos.

Querer mucho para que te quieran,
buscar la ternura en los ojos que nos miran,
sembrar, siempre sembrar... aunque estemos cansados.

Buscar la palabra que sane, el gesto, la transparencia... Ir llevando semillas que otros recogerán para volver cuando el abrazo sea necesario, dejar recuerdos.
Mañana será otro día, tal cual y seremos los mismos: buscaremos lo que nos falta, las carencias, y nos sentaremos a esperar la lluvia para dormirnos.

No soy de festejos pero agradezco; me pasaron cosas y les busco el lado positivo, revivo en algún lugar donde el perdón habita, porque si no soy esa persona no me reconozco.
A veces, me enoja la injusticia y reniego mucho, pero al rato vuelvo sobre mis pasos a ser yo.

Les deseo toda la felicidad del mundo
y EL AMOR porque sin esa LUZ ni siquiera se puede ver el mundo.

Enero 2024.

Los días semejantes

 

Mis libros favoritos del 2023

Género: drama

"Los días semejantes"

Por los caminos de agua

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Gracias Sara B. S. Schutt por tenerme presente. Es una alegría enorme para mí. Muchos cariños, amiga.

"El alma tiene ilusiones, como el pájaro alas. Eso es lo que la sostiene", Victor Hugo

 


Susan caminó por el campo abierto.

Con la niña en brazos, ya grande, y el bolso se le hacía dificultoso esquivar la maleza, aunque existía un camino de hormigas trazado con anterioridad por alguien que recorría los senderos espinosos para ver de cerca el fruto de su trabajo.

Se escondió detrás de unas matas y observó la casa. Se la veía solitaria: dos o tres gallinas, un pato, tres palomas sobre el tejado que daba a un pequeño altillo o buhardilla. Había humo detrás de la vivienda cerca del terreno lindero. Se oían risas, la alegría que contagiaba, y una felicidad genuina de seres especiales.

Susan caminó con rapidez y sigilo; temía ser vista por alguien. Los habitantes del predio se hallaban de fiesta en los fondos. Dentro, en la cocina y el comedor, todo estaba limpio y ordenado. Silenciosa, se desplazó por un pasillo oscuro con algunos retratos colgados de la pared. Pensó que no era el momento de mirar quienes eran esos seres que venían del pasado a observar el presente matemático y exacto. Susan halló la escalera que llevaba al altillo, era de hierro. Tocó el picaporte de la puerta y estaba cerrada. Se lamentó; tenía la esperanza de encontrarla abierta. Miró a los costados. Le dolían los brazos de sostener el bolso y a Alma. Vio que debajo de una maceta asomaba una cinta roja. Tiró de ella y apareció una llave.

☀☀☀☀☀
PERDER EL ALMA
Me deben una vida

Cuentos de Navidad: historias de abuelos

 

  

Bendita noche.

Cuando se encendían las luces se alimentaban historias y eran tan nuestras, tan tuyas, únicas. En algunas, el tiempo de unión se desdibujaba para transformarse en dueño de las decisiones.

El abuelo Toto cenaba, no le importaba cuál era la comida que le servía su hija, y se iba a dormir como las gallinas, a las ocho de la noche. No hablaba de la Navidad ni de nada parecido. No le importaba la fecha ni la recordaba… De niño, su padre para esas épocas lo enviaba a arar la tierra y por eso, tal vez, Toto nunca pudo adaptarse a la risa y a los abrazos festivos. Su mundo interno era más grande y lo abarcaba todo: pasado y presente.

 

Lucas era diferente, muy extrovertido y alegre; cenaba rápido con su pequeña familia y se iba a dormir más rápido aún para levantarse a las doce de la noche. Quería estar descansado para ese sublime momento donde se encontraba con los hermanos y gente amiga del hijo, jóvenes que reían y compartían escenas atemporales: abrazos, sueños, metas… A Lucas le brillaban los ojos y acariciaba su mascota que adoraba como a una hija. Más tarde, salía a ver las luces artificiales hasta altas horas de la madrugada. Ya no pensaba en dormir porque se confundía entre la juventud, reclamando menos años y más vida por delante.

 

 

−¡No quiero que venga nadie! –decía la abuela Lula que tenía varios hijos, nietos y bisnietos. Ella se encerraba en su casa colonial; en esa soledad se sentía acompañada por aquel esposo que había partido y por los ecos de las voces lejanas. Ése era su refugio Navideño. Las risas y la música le traían más soledad a su alma y prefería el silencio de capilla de los muros algodonados y dueños de su felicidad juvenil: años de dicha plena y de disfrute por el campo entre malvones, gatos y tortas de limón.

 

 

La casa se hallaba en silencio.

−¡Qué nadie entre en la cocina! –gritaba el abuelo Ángel.

Él preparaba la comida todo el día; iba y venía entre los cacharros y hasta arrojaba semillas al piso con las que jugaba el gato Tino.

−Tengo sed –decía alguien que intentaba acercarse porque el calor de diciembre abrasaba−. ¡Fuera! –volvía a gritar Ángel.

A la noche, todos sentados a la mesa, se deleitaban con sus platos aderezados con demasiados yuyos y especias como le gustaba al abuelo. Lo aplaudían entre halagos dulzones, le dedicaban miles de palabras y lo obligaban a dar alusivos discursos propios de la fecha. Cuando se sentaba, después del ceremonial, levantaba la copa y cerraba los ojos… ¡Tanto! Que se dormía. Es que había trabajado mucho todo el día para ellos y por ellos. Ángel era muy generoso y solamente le importaba dar felicidad a su familia. Él dormía y despertaba como los gatos contentos.

 


El abuelo Roque, en cambio, se sentaba en la noche a mirar las estrellas que iluminaban la llanura. Humilde y solitario, extrañaba a su esposa y en esa fecha, bajo el manto de las sombras, se comunicaba con ella.

−Cuida a nuestros hijos y nietos que no pude conocer… −parecía escucharla.

Roque se perdía en el horizonte imaginando las luces de todos los árboles de Navidad para traer paz a su alma triste, pero no le alcanzaba… Los tiempos felices se habían agotado en esa tierra bendecida y tenía que aprender a caminar solo, resignado, sin su compañera. Los hijos, dentro de la casa, hablaban y repartían regalos, sin reparar en su ausencia. Ya lo conocían y preferían no molestarlo. En su mundo era dueño de su propia Navidad y eso ya era demasiado. Con todos los perros a sus pies, él parecía una pintura del 1800, grabada a fuego en el recuerdo de su familia.

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CUENTOS DE NAVIDAD


Hellen, escribe...

 



“Sé que estás cerca porque te presiento, Hellen. Y como te presiento te extraño. Sé que estás por acá entre los montes, muerta de frío; quizá, buscándome en la oscuridad y gritando mi nombre con toda la voz para que el viento me lo traiga, y nos encontremos abrazados en la hondonada más abajo, a la luz de las bengalas. No sé por qué se me ocurren esas tonterías, podrías estar muerta dentro de tu vivienda o contra alguna roca como dormitando”, pensó Facundo mientras iba rumbo a las islas.

A Facundo no se le cruzaba por la mente que Hellen hubiera partido para Inglaterra o que estuviera casada y con algún nieto por venir. Él la seguía viendo joven entre las trazadoras, el ruido sordo que traía el viento, los disparos y las bombas de fósforo que se abrían contra el horizonte.

¡Levántate que vienen! Mamá… mamá.

Cuánta paz le daba esa palabra; la sangre se volvía escarapela y orgullo. Y aparecía su madre llevándolo al colegio con el guardapolvo blanco en aquellas tardes de mayo. Nunca podría haber imaginado que treinta años después iba a recordar con tanto amor ese lejano pasado, como queriendo volver a esa edad para cambiar la historia.

*
HELLEN, escribe...
Guerra de Malvinas
-|982-


Perder el Alma


 

−¿De dónde vienes?

−De atrás del galpón. Fui a mostrarle los caballos a Alma. La naturaleza hace bien, llena de energía y sana el cuerpo. Es un paraíso, el cielo mismo.

−¿Qué? No sabía que ver caballos daba tanta paz.

−Caballos, perros, pájaros… El viento aleteando igual que mariposas rojas, el aljibe y el molino. ¡Tantas cosas! El sol es otro sol y calienta aunque no alumbre. La lluvia es bonita, un arrullo, y adormece las palabras. Ese silencio también cura porque obliga a la reflexión. Y aparecen los recuerdos, las risas, los abrazos… Es otra vida. Yo no la conocía y ahora me siento bendecida por ese jardín de hortensias y de rosas. La sabiduría de los años huele a fogatas bajo la luna y a huertas. ¡Qué serenidad da alejarse de los otros, dejando correr la vista por los tejados, por los patios que desbordan de plantas, con sus fuentes de agua! Y las sementeras y los cañaverales frente a las golondrinas. ¡Cuánta poesía que me sostiene! Por suerte la he descubierto.

*
PERDER EL ALMA
Me deben una vida...

Perder el Alma. Me deben una vida...



Parte II de "La trama del Adiós"
(Se puede leer de manera independiente)
*

LA FUGA
AMOR DE MADRE
¿CULPABLE?

La vida, a veces, nos obliga a usar una máscara.
Es que somos vulnerables frente a la soberbia cuando nos sentimos avasallados.
Resistir es la palabra.

Susan lo hizo. Años de batallas frente a los verdugos incansables que arremetían sin piedad frente a sus ojos tristes. Ella no reclamaba, no discutía, porque no debía…
Si la echaban a la calle tendría que volver a su jaula virginal a deshojar margaritas: pobre, lejos, exiliada.
Ella soportaba la penitencia, los gritos y los agravios, sin inmutarse y sin despertar sospechas. Parecía feliz y orgullosa de ayudar, hasta que se dio por vencida.

En su propio mundo de cuatro paredes, pensó en un plan con las pocas armas que le ofrecía ese entorno asfixiante. La cabeza le estallaba frente a los dardos que, a diario, debía soportar cuando la falta de aire la obligaba a buscar refugio en las lágrimas.

¿Se puede soportar tanto destrato?
Susan no se consideraba culpable.
*
Perder el Alma
Me deben una vida...

Cuentos de Navidad II

 


HABLAR CON ELLA...

Aquel hombre se consideraba un extranjero.
Quería volver sobre sus pasos a habitar el país de la infancia, mirarse en ella: los juegos, el estío, los carnavales y las luciérnagas dormidas, la bicicleta naranja regalo de Papá Noel, los primos y el campo; la vida infinita que, desde su edad, se veía como un sendero sin fin.

Él quería regresar al vientre de los sueños. Ese día, más que nunca, lo necesitaba para poder sostenerse…
Recordaba las hebras de luz en las habitaciones cuando las penumbras acercaban los miedos. La vela se encendía milagrosamente entre sus manos, las de ella, para mitigar la angustia, y las voces eran bálsamos que acunaban a niños felices. Traían pan, comida, agua, cruzando la memoria de los días.

Él estaba solo y los luceros, afuera, se encendían como testimonios de un presente que no quería mirar.
−Cada uno vive su propia Navidad –decían muchos.
El hombre lo sabía y no le importaba, pero cuando llegaba la fecha la nostalgia se sentaba a la mesa y traía solamente recuerdos. Entonces, él se volvía egoísta y malhumorado porque no podía superar el vacío.
El silencio que rodeaba su cuerpo era su cruz.
Y se preguntaba:

¿Por qué no puedo hablar contigo, madre, ahora que tengo edad para estar huérfano?
🎄
CUENTOS DE NAVIDAD II

La abuela francesa. De Suiza a América-1865

 




La abuela francesa 
De Suiza a América
-1865-

Alberto entró por el portón de la casa sobre una caballo blanco, a la cabeza de su tropa. Lo seguía un carruaje de regalos para Navidad. La abuela Melanie parecía un Papá Noel del siglo XlX en Europa con su ropaje caliente y abultado. Alberto, a pesar de su juventud, era un buen conocedor de los objetos bellos.


Melanie era generosa. Le trajo a Juana doce pocillos de porcelana ribeteados en oro con sus respectivos platos; estaban hechos en París y eran propiedad de su mamá Francisca; a Eduardo, gemelos de plata; a Carmen, que era su ahijada, le regaló pendientes fabricados en Suiza, con perlas y rubíes; para la niña Melanie trajo libros ilustrados por artistas italianos de excelentes encuadernaciones; a Alberto le obsequió el primer traje y a Julio un equipo de caza.

Esa noche, cuando se sentaron a comer bajo los ojos vigilantes de Eduardo, Melanie sorprendió a todos. Los miró furtivamente por encima del pollo con papas y luego bajó la vista con rapidez. Eduardo le devolvió el gesto. Lo inquietaba la manera de la abuela al expresar sus sentimientos porque tenía los ojos negros y crueles a pesar de su aparente tristeza. La luz de la vela titilaba cuando levantaban los rostros. La voz de Melanie era débil y confusa, y se mostraba con la dejadez propia de quien espera un segundo más para continuar; sin embargo, su mal humor acérrimo aumentaba porque, quizá se daba cuenta de sus limitaciones.

En familia conversaron sobre las historias de Viena.

Eduardo contó sus travesuras de la niñez y recordaron a François que cuando llegó de Francia fue a mendigar a los mercados, a observar la vida de los pobres y a las tabernas donde los mercaderes húngaros vendían sus cuentas de vidrio.

Melanie dormitaba vestida de terciopelo pues tenía frío, en los calores del estío; otra Navidad sin protección, arrodillada al servicio de su prole  y bajo la lumbrera.

Los nietos ya estaban grandes y no la necesitaban tanto; podría exiliarse en la melancolía a remendar enaguas y poder así disipar la opresión de un pecho que reclamaba una paz que no encontraba en ningún sitio.

Nada le devolvía las alas y la alegría porque había perdido el asombro por lo desconocido. Sólo recordaba, día y noche, su motivo para llorar.

No existía el futuro en el horizonte de Melanie porque ya no tenía una meta. Todo, absolutamente todo, lo había logrado.

❤❤

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"Vera Violetta". Cuentos del día después...

 

Gracias lectores de América por adquirir este libro en tapa blanda.
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Cuentos breves históricos en los que se asoman, tímidamente, Jorge L. Borges, Salvador Dalí, Alfonsina Storni, Honorato de Balzac, entre otros. El tema principal es el misterio pero tratado sutilmente como una idea o pensamiento, tal vez como una añoranza. El adiós de una persona querida o no y todo lo que ese hecho provoca, un bagaje de sentimientos encontrados: lucha, recuerdos, amor y soledad... SU PERFUME... permanencia.

VERA VIOLETTA es el nombre de un perfume de la firma Roger & Gallet de 1894 y que usaba mi tatarabuela Francisca en la novela "La abuela francesa"



**** El cuento "La Herida" fue representado en una obra teatral llamada "Cuento con vos para contarte" por la actriz Marta Limonta. (Rosario-Santa Fe, Argentina)

Buenas y Santas... Los hijos olvidados

 

BUENAS Y SANTAS...
Los hijos olvidados
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ARGENTINA, 1910
SANTA FE DE LA VERA CRUZ

La Candelaria, establecimiento rural de doña Emma: una mujer poderosa y autoritaria. La niña Felicitas, hija menor de la dueña de la estancia, es rebelde y trata de desafiar las leyes éticas y morales de una época donde los prejuicios sociales la obligan a guardar las apariencias. Un amor prohibido y su irrespetuoso carácter terminan por enfermar a su madre que toma una drástica decisión. Una tarde embarcan para Francia llevando como única compañía a Remedios, la criada.

Por aquellos años, las personas adineradas de Argentina solían viajar al hemisferio norte para alejar a sus hijos de supuestos amores inoportunos.

Cuando regresan, después de dos años, están irreconocibles. Cada una oculta secretos inconfesables y la carga de un misterio demoledor que las separa... Serán enemigas de por vida. ¿Y los hijos olvidados?

La pobreza del alma, a veces, no tiene vuelta atrás.


Los temas de esta novela son tratados con filosofía y lirismo: el temor a la muerte, los secretos, el amor, los juicios de la sociedad, la dignidad del hombre, los valores humanos, el poder de la verdad...dejando un mensaje claro desde la psicología de los personajes.

Los siete dones. Ella eligió perdonar...

 


4-JULIÁN

 

 

Juliancito era un niño que iba y venía por la calle. La gente lo ayudaba porque parecía huérfano. Las empleadas de la casona de los Guerrero lo hacían pasar a la cocina y le ofrecían alguna merienda. Él miraba de reojo por la puerta que daba a la sala y solía ver a Milagros ingresar a algún cuarto a curiosear. La observaba con detenimiento, le parecía una muñeca de seda.

Dicen que el muchacho merodeaba las callejas retorcidas, sucias y estrechas, cerca del barrio en que vivía alguien de su familia. Las casas eran de madera; parecían esqueletos apilados formados por vigas entrecruzadas con materiales revestidos en yeso. Allí varias familias vivían hacinadas y sumidas en la más horrorosa pobreza. Las borracheras, las peleas con arma blanca, los duelos, entre los habitantes crispados estaban a la orden del día.

Julián sabía que si regresaba a la noche con las manos vacías alguien le daría una paliza. No estaba seguro de que si era su padre. Los veía raros, enfermos, no los quería… Una mujer, a quien consideraba algo parecido a una madre, le llevaba pasada la medianoche algún mendrugo de pan a hurtadillas antes de que la abuela comenzara a vociferar incoherencias.

Por eso y mucho más, desde temprano, comenzaba a vagar, y llegaba cansado a la casa de los Guerrero, donde se sentaba en la vereda y se dormía. Parecía ser su refugio, un lugar de paz. Si nadie lo llamaba, allí se quedaba con la memoria desierta y el deseo de cambiar el ocio por cuentos de aventuras en un hogar cargado de afecto auténtico. Se sentía tan solo. Tenía catorce años.

Julián no sabía nada de la vida de las personas de alta sociedad, pero le daban sosiego. Aunque estuvieran tristes no gritaban ni amenazaban con golpearlo, y eso ya era un buen presente. Tal vez, le darían con el tiempo algún trabajo. Tenían demasiado dinero.

Milagros pasaba delante de él con un gesto de soberbia. Se veía como una reina y con la autoridad para humillarlo. Eso no se lo había enseñado su madre, eso era lo que veía en las residencias que visitaba junto a don Aurelio. Ella era una niña buena y sensible, amable, pero demasiado curiosa y madura. Las consecuencias de andar por lugares impropios para su edad la estaban perjudicando; sin embargo, su padre no se daba cuenta. Estaba demasiado ocupado en sus negocios que no le daban respiro y por ello descuidaba el hogar, a su esposa, y llevaba por un camino aciago a la pobre Milagros que en la casa se aburría demasiado.



Dolores, su madre, siempre se hallaba en tertulias con sus amigas de turno y era Bernarda quien le cocinaba, le leía cuentos, la abrigaba cuando tenía fiebre o la llevaba al médico.

−Pareces gallina con pollos –exclama Milagros cuando veía a Bernarda arroparla demasiado por las noches frías−. Gracias - y la tomaba del brazo y se lo tiraba, tanto, tanto… que Bernarda se caía sobre la cama junto a ella y entonces Milagros la tapaba con la colcha y le decía: me tienes que contar un cuento inventado. ¡Comienza ya!

−Oh, niña, hoy no tengo inspiración porque estoy cansada.

−¡No!

−Había una vez… la vida.

−¿La vida?

−Sí, la de muchos y la de todos. Algunas muy diferentes a otras.

−Yo conozco una que es desgarradora.

−¿Cuál? –preguntó Bernarda asombrada.

−La de un muchacho, Julián se llama. Es un mendigo y vive, con sueño y frío, acurrucado en las veredas. Tiene soledad en los ojos y las zapatillas rotas. Necesita amor, pero yo lo miro de lejos y con desconfianza.

−Me parece bien. No debes hablar con nadie. Cuidado.

−¿Por qué?

−Porque no sabes cómo ha sido educado y qué busca. A los desconocidos no hay que mirarlos. Ignóralo.

−Pobre.

**
Los siete dones.
Ella eligió perdonar...

Los siete dones

 


Gracias.
Estoy teniendo muchos lectores en Amazon de "Los siete dones".
Me alegra. Es una novela que me encantó escribir. Bueno... yo disfruto un montón escribiendo, y cada personaje es como si tuviera vida, los veo, los imagino tanto... Es difícil luego tener que abandonarlos cuando se termina la historia.

Los siete dones

💚💚

LA SOBERBIA DE LOS OTROS LE ROBÓ LA INOCENCIA.


Desde muy pequeña Milagros Correa Viale frecuentaba las mansiones de los acaudalados estancieros y hombres de negocios de la antigua Buenos Aires de 1870. Siempre acompañada por su padre: el militar Aurelio Correa Viale, hombre autoritario y rígido que no dejaba treguas o espacios libres a las damas de la familia.

Milagros presenció los acuerdos matrimoniales de muchachas con caballeros maduros, como el caso de Felicitas Guerrero: su breve relación, la muerte de sus hijos, y su trágico final.
Felicitas, considerada la mujer más bella de la Argentina.

En esa jaula, Milagros intento resistir…
Luchó por lo que consideraba correcto: sus ideales, la rebeldía, el deseo de ayudar a Julián, un vagabundo, y de clamar por la justicia para ella y para los demás. Así arriesgó hasta lo que no tenía por la libertad, mientras otros, extraños o no, la humillaban y se encargaban de colocar las cosas en su lugar.

La vida la sorprendió y tuvo que esconderse en los claustros del templo de San Andrés. Con ese presente, enfrentó a la sociedad de la época. Ser libre era su prioridad.

¿Quién tuvo el coraje para enfrentar a don Aurelio Correa Viale, el poderoso militar?
¿Era el mismo que sorprendió a Milagros aquella tarde en “Las Acacias”?

A veces, el enemigo es quien te muestra la mejor sonrisa.

Diciembre...Carta Abierta. Comunicación y Cultura---Juan Botana

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Hoy es 1 de diciembre y he tenido esta sorpresa.
Un mes de muchas esperanzas para los argentinos. Ojalá que todo vaya bien.
Necesitábamos respirar, oxígeno...


CARTA ABIERTA
comunicación y cultura.
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Gracias Juan Botana.
Mi cuento "con dignidad" salió publicado en su página "Carta abierta".
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Juan Botana es escritor y licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires.
Es autor de los libros "Recovecos", "Toda la voz de América en mi piel", "Amores truncos" y "Sin ojos que los miren"
Es redactor de contenidos web para el Gobierno de la Ciudad, es el director de la web “Carta abierta”, conductor del programa de radio “Sin ojos que los miren radio” y el organizador del Festival de Poesía. Lo próximo será un libro y un documental de poemas que se llamará “Flores plebeyas” y sueña con hacer otro libro de crónicas y una novela.

💟💟
EL CUENTO

Aluen (luz de luna)

 


💞ALUEN-la novela plagiada en Amazon en su totalidad-ha cambiado de portada. Decidí darle la original, la que tenía allá por el 2021 porque muestra la realidad de un niño solo, perdido... La esencia de la historia, su encrucijada, la búsqueda, el vacío...

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-LA COLONIZACIÓN DE LA PATAGONIA ARGENTINA-
-LOS INDIOS TEHUELCHES-


Había una vez… una patria olvidada que se transformó en un nuevo hogar para muchos aventureros del mar. Sabían de los vientos y del frío, del peligro de enfrentarse a los pueblos indígenas, pero nada fue un obstáculo para hallar un horizonte para sus hijos.

¿Quiénes habitaban esas tierras?

La historia de Aluen-india tehuelche-es el reflejo de la lucha y la superación, de la soledad y del respeto por los ancestros. Ella sufrió el acoso y tuvo valor, le robaron a un hijo y encontró el amor en Pedro Medina en Fuerte del Carmen, un soldado del cuerpo de Artillería. Aluen fue víctima, pero se enfrentó a su tío Namba, cacique tehuelche, en busca de su hijo.

¿Cómo se actúa frente a una situación límite cuando todos los que dicen quererte y prometen ayudarte, de repente, desaparecen?

Ella enfrentó a los colonizadores y a los hombres de su misma sangre.
¡Vencida jamás!
**
Aluen
La colonización de la Patagonia argentina
Los indios tehuelches.

Licia. Hermana mía

 


EN EL MARCO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA, LA LEYENDA DE LOS OJOS AZULES.

Rosalie y Antoine Florent se casaron en la iglesia de San Eustaquio construida entre 1532 y 1632 en el barrio de Les Halles. Al año siguiente nació Alexandre, el primer hijo de la pareja. El niño, con el paso del tiempo, se transformó en un joven tímido y caviloso. Daba sus lecciones recitando como si fueran sermones.

Cuando llegó al mundo Celine, él ya tenía catorce años y empezó a comportarse de manera extraña. Alexandre hablaba sobre leyendas, demonios, brujos y le atraía mucho todo lo que estuviera relacionado con la monarquía. Decía que Celine, su hermana, de enormes ojos azules, tenía poderes sobrenaturales y que podía percibir la muerte cercana. No precisamente para que la alcanzara sino para demostrarle su existencia.

Lejos, en el otro extremo de la ciudad, la señorita Louise Héland, quien solía recoger los residuos de las Tullerías para comer, encontró un día un bebé abandonado en una plaza. Inmediatamente se lo llevó y lo ocultó en la casa de huéspedes de Madame Delfine Blanduriet, situada en la parte baja de la calle de Santa Genoveva, donde ella vivía de prestado.

Dos familias, una historia. La infancia, la figura materna agigantada como símbolo, las supersticiones arcaicas, el abandono y la Revolución francesa.
*
LICIA. HERMANA MÍA
La Revolución francesa
-----------------La leyenda de los ojos azules


Aquel beso de la abuela Juana...





La abuela Juana solía esperarme todos los días,
yo la veía haciendo su acostumbrado dulce de ciruelas,
estaba triste,
decía mi padre que lloraba...



Yo soy igual, muy sensible.
Ella siempre me regalaba algo:
jazmines, rosas, uvas de la parra...
me tomaba el rostro entre sus manos
y me decía:

-Preciosa...
y me daba un beso.


Luján Fraix