La última mujer (Cap 3 Magnates y banqueros 3era parte)

 

‒Permiso ‒dijo una dama con un sombrero inmenso y llamativo que tenía plumas costosas de avestruz.

‒Mira ‒le comentó Amy.

Se acercaba una señora con un clásico traje sastre de sarga oscura con adornos de terciopelo y cuello de piel de pantera muy de moda en París.

‒Se usa también la chinchilla de pelo plateado y hasta el zorro negro ‒dijo Rebeca extasiada frente a ese desfile de modas de la alta sociedad.

‒¡Vamos! ‒exclamó Wilson tomando del brazo a Rebeca para subir a la nave entre el gentío, el alboroto, los gritos y saludos de despedida‒. Ya verás a todos ellos en el barco cuando nos inviten a alguna de sus tertulias o fiestas.

‒No es maravilloso, amiga.

‒Es único.

Mark se mantenía alejado de ellos y de la multitud. Se sentía viejo, cansado y aburrido. Ya nada podía sorprenderlo, estaba de vuelta de la vida.

‒¡Papá, no se quede atrás! ‒le gritó Rebeca.

‒Sí, hija. No te preocupes.

‒Wilson, vigila a mi padre que es muy mayor y le puede pasar algo. Entre tanta gente tengo temor que se pierda o que alguien lo lastime.

‒Ya está acá, amor.

Mark los miró con una sonrisa piadosa y el deseo de que la tierra o el agua se lo tragase. No tenía ganas de estar con gente ni de poner cara de felicidad. Fingir era una tarea muy difícil para él. Ya se encontraba en el último escalón de la vida, sin apremios económicos pero, en los últimos años, muy vacía.

‒Es muy bonito.

‒¡Bonito es poco, papá! ¡Es alucinante!

‒Hijita, te mereces mucho más. Disfruta.

‒Gracias ‒respondió Rebeca y le dio un abrazo apretado a Mark a quien se le nublaron los ojos.

***


Alan estaba tratando de subir al coloso en tercera clase junto con los inmigrantes que iban a Nueva York en busca de trabajo.

Todos confiaban en que el viaje por el tumultuoso Atlántico Norte no sería arduo. Con sus dieciséis compartimientos herméticos, el notable buque era el reflejo de las más avanzadas técnicas de ingeniería. Para Alan era un trámite haber logrado subir. No le importaba la gente, ni las comodidades que, en tercera clase, para él era dignas de destacar. Quería llegar hasta su abuelo y apoderarse de la valija lo más rápido posible. Después, al llegar a destino, se ocuparía de otros asuntos. Lo importante era que estaba allí y que había logrado, con el poco dinero que le había dado Mark, subir a la nave sin ser visto y sin problemas.



Estuvo recostado el día entero en la penumbra del camarote, tranquilo y algo contento, notó cómo le iban desapareciendo el frío y el cansancio y se abandonó con deleite a la cálida sensación de seguridad. Escuchó el correr del viento en ráfagas caprichosas y pensó en la vida de los ricos, de los que gozaban de su suerte en primera clase. Los envidiaba, le parecían frívolos y déspotas. Su resentimiento aumentaba y también el desamor por su familia. Nunca los quiso. Era evidente que recibió la mala influencia de Harry, su padre, que se aisló de ellos para hundirse en su propio abismo.

Quien lo tiene todo a veces es muy pobre.

Se quedó dormido y soñó con Francia, con las playas doradas y el gozo de ser un Cooper. Vivir a lo largo de las costas y sentir el rugido de las olas contra la rompiente.

Las nubes se levantaban sobre la nave como montañas y la costa era una larga línea negra. El agua, de un azul profundo, se confundía con el cielo que se dejaba ver a intervalos.

**

LA ÚLTIMA MUJER
-1912-
Titanic

Secretos de sangre

 

La niña Felicitas necesitaba vivir un poco, pero estaba amarrada a los secretos de familia y a las órdenes de doña Emma, su madre.

Ella luchaba por sus sueños, con rebeldía, pero no alcanzaba... y solía escaparse en el caballo por el campo que rodeaba a la estancia "La Candelaria" rumbo al río, donde su abuelo, en otras épocas, iba a rezar.

Esos secretos de sangre no eran más que pretextos para no dejarla en libertad. Su madre, a la hora de dictar sus propias leyes, no tenía límites.

Remedios, la criada, era su amiga hasta que por capricho del destino pasó a ser su enemiga y los otros sus extraños.

¿Por qué Felicitas se transformó en una mujer olvidada por su propia familia?

Porque nunca quiso ser normal.
**
BUENAS Y SANTAS...
Los hijos olvidados
-----------------Secretos de sangre.


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La última mujer (Cap 3 Magnates y Banqueros-2da parte)

 

Cuando Harry vio la nota no entendió; pensó en las tantas locuras de su hijo. Evidentemente, tenía a quien salir. No le dio demasiada importancia porque recordó que le había contado, días antes, que su padre se iría de viaje en el coloso. Creyó, al pasar, que Mark lo había invitado y hasta lamentó, con resentimiento, de que no lo haya hecho con él. Luego, reflexión por medio, llegó a la conclusión de que era mejor haberse quedado porque no se llevaba bien con su hermana Rebeca y menos con el aristocrático pedante del marido.

‒Ay, Alan, sí que eres loco ‒murmuró entre el humo del cigarro‒. Vamos a ver qué le traes a tu padre.

Harry se recostó en una especie de camastro y se quedó dormido. Al rato, gritó entre sueños:

‒¡No!


***

 

Cuando todo estaba listo para partir del puerto de Southampton, una huelga de mineros del carbón-que peleaban por conseguir un salario mínimo-impidió el abastecimiento y hubo que postergar la salida. Para juntar las seis mil toneladas necesarias para mover la nave, los empresarios de la White Star debieron apelar a los sobrantes de carbón que quedaban en los depósitos de los barcos que acababan de llegar y se encontraban en proceso de descarga.

Superado ese escollo, en el mismo momento de la partida-el mediodía del 10 de abril-hubo otro episodio considerable: la poderosa succión de las hélices del Titanic rompió las amarras del buque New York, cuya popa derivó rápidamente hacia el Titanic. Sólo las maniobras del capitán Edward Smith y de los remolcadores que lo guiaban pudieron evitar el choque.

A pesar de los bombos y platillos con que anunciaron su viaje inaugural para primera y segunda clase se vendió menos de la mitad de los pasajes y para tercera no se llegó a dos tercios de su capacidad.

Algunos viajeros como Astor, quien estaba de luna de miel con su segunda esposa, poseían grandes fortunas: el magnate minero Benjamín Guggenheim, Henry Harry`s, fundador de la tienda Macry`s, Isador Strauss… También hubo ausentes como el banquero John Pierpont Morgan y el rey del acero Henry Clay Frick, quienes habían hecho reservas pero luego las cancelaron.

 


Rebeca no dejaba de admirar el glamour de las damas y de los caballeros que circulaban por el andén. Agradecía haber tomado la decisión de formar parte de esta experiencia inolvidable. Su mirada ávida de saber recorría aquellos cuerpos envueltos en tejidos combinados con faldas rectas y sobrefaldas. Los vestidos llevaban cintas que cruzaban en la espalda con encajes, botones, frunces y volantes.

**

LA ÚLTIMA MUJER
Mi padre me enseñó...
Amor sin palabras.

La última mujer (Cap 3 Magnates y Banqueros-1era parte)

 



MAGNATES

 Y BANQUEROS

 

Inglaterra, abril de 1912

 

 

Amanecía.

La ciudad continuaba sumida en la niebla y las farolas del alumbrado lucían como perlas. A través del envoltorio aislante de aquella espesa humedad, la vida seguía rodando por las grandes arterias con el rumor del viento poderoso. Dentro de la casa el resplandor de las brasas daba calidez al momento. Mark se fue tranquilizando. No había persona a quien guardara más secretos que a Violet, pero no quería exponer una noticia que no le correspondía decir a él.

‒¿Estás listo, papá?‒gritó Rebeca desde la puerta de entrada.

Lucía un traje con mangas amplias en contraste de colores; la falda llevaba rosas en forma de cascadas sobre los laterales y arrastraba una cola importante color púrpura. Completaba su atuendo un abanico y el Violetta de Parma de Borsari.

La última década del siglo XIX fue la época de los perfumes de violetas, cuya fragancia respondía a la moda y a los cánones de belleza femenina imperantes.

‒Disfrute mucho señor Cooper. No se preocupe por nada. Yo cuido la casa y los guardianes.

‒Adiós, fiel amiga‒respondió Mark acongojado.

‒Oh… por favor. No se ponga así, son sólo unos días. Ya verá qué feliz que regresa. Es una hermosa experiencia.

‒Es que a veces las personas grandes se ponen tan sensibles y más cuando han perdido a su compañera‒le dijo en voz baja Wilson a Violet.

‒Entiendo, lo sé bien.

Después de un interminable saludo a la mucama y a sus perros ovejeros, Mark miró el jardín, las plantas que había cuidado Sarah y la glorieta donde se sentaba a leer. Hizo un inventario de su lugar y abrigó dentro del alma ese mundo tan suyo, tan querido, que iba a abandonar por unos días. Se sintió viejo y acabado, justó él que era un hombre de negocios. La constructora de faros: su obra maestra.


En el puerto de Southampton se encontraron... Carl y Amy Bramson todavía venían discutiendo sobre los cuidados de los hijos. Al fin, las consuegras se iban a encargar de la tarea en conjunto. No podían estar mejor atendidos. En un principio, Amy había decidido llevar a Román y a Beatrice pero después cambió de idea porque Rebeca y Wilson no tenían hijos y sólo los acompañaría Mark.

La muchedumbre se agolpaba en el puerto para despedir a los pasajeros: familiares, amigos, sobrinos, tíos… Mark Cooper llevaba su baúl en una mano y en la otra el bastón. No había querido desprenderse de él, es que nunca lo hacía y su familia no se daba cuenta de nada. Siempre les pareció normal, menos a Alan que acechaba entre los pasajeros de tercera clase. Estaba preparado para zarpar con ellos, a escondidas, con la intención de recuperar algo que le pertenecía. Su avaricia iba en aumento como su delirio. Le había dejado una nota a Harry, su padre, sobre la mesa.

Me voy en busca de la vida y del futuro, la prosperidad que ambos necesitamos. Estoy en el Titanic. Hasta la vuelta.

**

LA ÚLTIMA MUJER.
La última noche del Titanic.
La última pelea.

La última mujer (Cap 2 Los Vigías 4ta parte)

 




Para salir de los atajos hay que estar bien de espíritu.

Rebeca eso lo sabía muy bien. Se necesitaba fuerza y valor, tener el alma pura de sentimientos negativos y soñar con aquello que podría ser posible: la sanación.

‒Yo creo que después de esta hermosa experiencia, Rebeca va a quedar embarazada‒comentó Amy.

‒Puede ser.

‒¡Sí que eres corto de palabra! Ay… sí. Sería maravilloso. A ese matrimonio le falta un niño.

Carl se quedó cavilando unos instantes. Le sorprendían las palabras de Amy y también lo tranquilizaban.

‒Un hijo es una bendición y Dios sabe cuál es el momento indicado para enviarlo. No hay que tener demasiadas expectativas.

‒Yo la adoro a mi amiga Rebeca y pienso que ahora es su momento. Ella lo desea, lo sé desde siempre.

 ***


Alan merodeaba por la ciudad buscando cómplices. Había algo extraño en esas sensaciones, algo perturbador que resultaba a la vez absurdo y antagónico. Se sentía más cruel y en su interior aparecía un deseo obstinado, la fluidez de imágenes desordenadas que pasaban por su memoria como el agua en un molino; sentía que lo sujetaban todas las ataduras de una prisión y también una libertad desmedida que le invadía el alma. En el soplo de su vida, se veía perverso igual que un esclavo vendido a algún demonio innato. Estaba embriagado por el deseo de posesión y eso lo llevaba a cometer actos impropios.

Caminó por un callejón lleno de perros y tachos, con grandes lagunas de agua estancada y verde. Allí conocía a algunos amigos de esos que suelen caminar por rutas oscuras.


‒El barco de los ricos mafiosos está por zarpar‒dijo uno.

‒¿Cuándo?

‒Mañana.

‒Bueno sería tratar de desvalijar a alguno de esos desgraciados que viven todo el día de fiesta y fumando cigarros importados.

‒Las mujeres llevan collares caros que les regalan los amantes de turno.

‒Hay que tener cuidado porque la zona suele estar vigilada.

Alan escuchó, de lejos, esas conversaciones y la sangre se le convirtió en fuego dentro del cuerpo.

¿Por qué algunos tenían tanto y otros nada? Porque trabajaban y luchaban por superarse, le diría seguramente su abuelo. Ésa era pura teoría y llevaba demasiado tiempo. Él tendría que conseguir la maleta de Mark lo más rápido posible, pero las horas no pasaban y la ansiedad lo consumía…

Se fue para la residencia de Mark con la intención de buscar alguna noticia reciente. No podía pedirle más, pero sí observar sus movimientos. Se acercó a la reja y vio que el ambiente estaba tranquilo. Los perros ovejeros se hallaban atados en el patio trasero y la puerta del jardín se encontraba abierta. Se sentía incompleto, con un afán corrosivo de ladrón que arremete contra la víctima más inocente porque sabía que la oportunidad se le presentaba casi regalada y a sus pies. No podía desaprovecharla.

Se asomó al cuarto de Mark sigiloso como asesino serial pero no vio a nadie. Lejos, se escuchaba a Violet que estaba cantando. Sobre la cama de su abuelo había un abrigo liviano, un sombrero de fieltro y dos maletas: una de ellas era el baúl que, según el anciano, contenía el tesoro.

Alan sintió un escalofrío de ultratumba al comprobar que su abuelo se llevaría el botín a bordo. ¡No podía ser verdad! ¡Maldición! No sabía qué hacer ni qué pensar. El plan se le desbarató en menos de un minuto y la ilusión de apoderarse del dinero ya no podía ser posible.

‒Tramposo ‒dijo por lo bajo‒. Ingrato.

‒¡Joven Alan! ‒escuchó de repente. Era Violet que lo descubrió espiando por las ventanas‒. ¿Necesita algo? ¿Por qué no entra a la casa y se despide de su abuelo que mañana parte de excursión?

‒No, me emocionan las despedidas.

‒Oh… No diga eso que acá no se va a morir nadie. Es por unos días que se va. No sea tan sensible. Es un niño, usted. ¡Tan tierno!‒comentó Violet con cierto candor.

‒Gracias, soy muy sentimental.

‒Bueno, si le hace mal yo le digo que usted vino a despedirse y que le dejó un abrazo.

‒Sí, mejor‒respondió Alan y escapó perturbado por sus mentiras del jardín de Mark con las ambiciones destrozadas.

‒Pobre Alan, parece tan desvalido ‒murmuró Violet frente al sol que le tocaba la sien como augurio de días encantadores y positivos para todos.

**

LA ÚLTIMA MUJER
-1912-
Titanic
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La última mujer (Cap 2 Los vigías-3era parte)

 

‒¿Le temes a algo?‒le preguntó a Wilson.

‒Me siento inseguro, no sé. Como que he perdido la confianza.

‒¿En quién?

‒En todo. La vida es impredecible y te golpea suave primero para que puedas soportar el hachazo que vendrá después.

‒¿Lo dices por mi enfermedad?

‒También. Lo digo en general. Somos tan vulnerables. Tenemos el destino marcado.

‒A veces el destino lo armamos nosotros mismos con nuestras elecciones de vida, con el camino que tomamos y con los riesgos.  Si te quedas dentro de la casa es más difícil que te suceda algo imprevisto.

‒Pasa igual. Alguien dicta la sentencia.

‒¡Qué fatalista! ¡No me asustes, Wilson! Se supone que tienes que darme ánimos. No puedo deprimirme en mi estado. Sabes que he sufrido mucho desde que nos casamos y ahora con mi mal. Deberías ser más complaciente. ¡Caridad!‒gritó Rebeca para que Wilson reaccionara.

‒Sí, amor, perdona. Sé que siempre quisiste el hijo que Dios no nos regaló y que padeciste mucho por eso. Lo siento tanto.

Wilson la abrazó con ternura tratando de dar calor a ese cuerpo helado. Los ojos se le nublaron y un temblor le recorrió la piel. Era emoción y miedo, un dolor natural ante el peligro. Sabía que había elegido bien; el viaje sería enriquecedor para Rebeca y le daría la energía que le faltaba para enfrentar otra batalla. No existía ningún misterio. La vida los premiaba de alguna manera con la compañía de Carl y Amy que eran como hermanos y también con la presencia del padre cariñoso; Mark era el sostén de la familia.

‒A veces me siento tan sola aunque esté contigo‒comentó Rebeca en voz baja mientras doblaba la chaqueta que iba a usar al día siguiente.

‒¿Por qué, amor?

‒No sé. Eres tan callado. No me cuentas lo que sientes, si sufres o no, si estás feliz o te abruma esta convivencia. Si te aburres conmigo.

‒Estoy bien.

‒No parece.

‒Dejemos de hacer planteos y pensemos en los hermosos días que nos esperan frente al mar. ¿No es maravilloso?

‒Sí. Trataré de disfrutar mucho de este viaje inolvidable.



Por otro lado, Carl y Amy Bramson debatían los pormenores de aquella travesía con alegría. Tenían que buscar a la mamá de Amy para que se ocupara de la casa y de los niños mientras ellos estuvieran ausentes. Ése era todo un tema.

‒Doy mi palabra de honor que va a aceptar‒dijo Amy ante las dudas de Carl porque la buena señora era muy independiente y no le gustaba estar muchas horas de niñera.

‒Podríamos llamar, en todo caso, a mi mamá que es tan amorosa y le encanta venir de visita, jugar y entretener a nuestros hijos.

‒¡Ya nos vamos a pelear de nuevo!‒gritó Amy‒. Sabes que como mi adorada madre no hay otra.

‒¡Las mujeres!‒exclamó Carl cansado de hablar de las suegras.

La conversación, casi frívola, no se empañó en ningún momento por un mal augurio. Ellos, a pesar de ser muy amigos de Rebeca y el esposo, no sabían de la enfermedad. El matrimonio Cooper-Taylor lo mantenía en secreto porque no quería que la gente mirara a Rebeca con compasión ya que era tan joven. Esa cruz no podía cargarla, era doble, y la quebraba…

**

LA ÚLTIMA MUJER
Enferma de mí.
-EL TITANIC-
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La última mujer (Cap 2 Los Vigías-2da parte)

 

¡Qué maravilla! Las compartiría con su padre, por fin se daría los gustos y podrían vivir como un Cooper se merecía, dignamente. Un abuelo millonario y un nieto casi mendigo. ¡Qué absurdo! La sociedad lo veía injusto, una situación que podría ser subsanada con la generosidad de quien todo lo tenía a su alcance, pero que no podía ser posible. Mark Cooper era egoísta y avaro. Un abuelo diferente a otros que se desvivían por los nietos, una persona insensible. Eso pensaba Alan del anciano a quien no quería porque su padre le había enseñado una lección. No se avergonzaba por eso, adoraba a Harry con sus defectos y frivolidades. Deseaba que fuera feliz disfrutando de la fortuna que le pertenecía.

“Tengo que poner a rodar una piedra que comience rápido a girar para lograr que otras entren en movimiento, es una cadena”, pensó mientras contaba los billetes que le había dado Mark. Alan permanecía envuelto en una frialdad insolente y oscura.

‒¿Qué estás planeando?‒le preguntó Harry al verlo tan callado.

‒¿Sabes que el abuelo se va de viaje?

‒¿Dónde? Hace años que no sale de la casa.

‒En un crucero con Rebeca y el marido. Un barco lleno de ricos que viven a costa de los pobres y que se mofan de ellos. ¡Malnacidos!

‒Odio la alta sociedad ‒comentó Harry con resentimiento.

‒Son soberbios, dan asco. Pero no te preocupes, yo mismo me ocuparé de ponerlos en el lugar que se merecen… Rufianes.

‒Bah… nosotros no podemos hacer nada.

‒Yo sí puedo‒respondió con seguridad Alan al comentario de Harry que parecía ajeno a los pasos que iba dar. Él no tenía tantas ambiciones. Sabía de su reputación, de lo que la gente pensaba de él y no estaba dispuesto a cambiar ni a enmendar los errores.

‒Me voy a jugar a los naipes, nos vemos a la noche. ¿Trajiste dinero? Guárdalo, ahora no lo necesito.

‒Está bien ‒contestó Alan con un hilo de voz. Estaba aturdido por las ideas que se agolpaban en su mente como soldados ciegos y torpes.

 

 ***

 


La habitación espaciosa estaba rodeada de armarios de cristal y amueblada con un espejo de luna montado sobre las columnas y una mesa de nogal. Tenía tres ventanas por donde entraba la luz de la mañana con rejas y arabescos egipcios. El fuego de la chimenea se tornaba difuso, tendía a apagarse… La primavera era inminente. Wilson se hallaba sentado con un periódico en las manos, leía sin ver. Rebeca todavía no había preparado ni la mitad de las cosas que iba a llevar. Se la veía entusiasmada.

**

LA ÚLTIMA MUJER
Mi padre me enseñó...


La última mujer (Cap 2 Los vigías-1era parte)

 

LOS VIGÍAS 

Inglaterra, abril de 1912

  

Violet iba de un lado a otro de la casa, estaba ocupada en los preparativos del viaje. Mark, como siempre, se mantenía ensimismado. Hubiera preferido hacer el itinerario sin el conocimiento de la enfermedad de Rebeca. Ya era tarde, todo estaba dicho.

‒Hola, abuelo. ¿Dónde va?‒le preguntó Alan quien apareció, de súbito, tras la cortina que separaba la cocina del comedor. Había entrado por la puerta trasera.

‒Voy a acompañar a Rebeca en un viaje de placer. Es un barco nuevo, maravilloso, construido hace poco. El más grande del mundo.

‒Ya sé… Titanic.

‒Justamente‒respondió Mark desganado‒. ¿Y tú vienes a pedir dinero como siempre?

‒Así es‒exclamó Alan con un dejo de curiosidad y la mirada pensativa.

‒Espera un rato aquí que voy del otro lado de la casa a buscar los espejuelos y unos informes. No tardo.

‒Ve tranquilo‒respondió Alan y se sentó en el sillón principal del living iluminado por una lámpara veneciana.

Al rato, se levantó y miró en dirección a la cocina donde solía permanecer Violet en sus quehaceres diarios. Al no escuchar sonido alguno, subió en silencio la escalera dando, de vez en cuando, una ojeada miedosa tras de sí. Entró a un gabinete. En la mesa se podían ver restos de trabajos de arquitectura: mapas, notas, cuentas matemáticas… La chimenea aún estaba encendida y frente al fuego había una butaca y el servicio de té junto a varios libros. Un ejemplar se hallaba abierto y escrito con notas al pie. Parecía ser de medicina. Evidentemente, se había equivocado de cuarto, él buscaba la famosa valija de su abuelo.



“Volveré cuando se haya ido de viaje”, pensó al escuchar sonidos que venían desde la planta baja.

Llegó a tiempo para sentarse muy cómodo en el sofá para recibir a Mark.

‒Aquí tienes. No me molestes más porque estoy preocupado en unos asuntos.

‒¿No es que te vas de viaje de placer?

‒No exactamente.

‒Pues, no entiendo.

‒Mejor. Ahora vete que me estoy preparando. ¿Y tu padre? Seguro que sigue tomando alcohol y fumando cigarros. ¡Es tan irresponsable! Tu madre hizo bien en alejarse y buscar su destino en Europa.

‒Por eso me quiero ir a Francia.

‒Trabaja y lo conseguirás, mi querido.

Alan sintió que su abuelo lo trataba con cierta ironía y soberbia. Eso le crispó los nervios. Pensó en un plan que llevaría a cabo cuando él se marchase a estepas heladas en el océano, ese mar que a veces traiciona. La maleta era su objetivo. De niño, había escuchado que un tesoro se ocultaba allí dentro y él lo necesitaba tanto. Dinero, joyas… 

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LA ÚLTIMA MUJER
-1912-
Un naufragio.
El baúl de perlas.
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Autores Editores

La página de la Editorial Autores de Argentina

Mercado Libre-Argentina.

En mi ciudad (Carcarañá-Santa Fe-Argentina) Librería "Con aroma a Libro" de Erika Pikhart. Sta Joaquina 843.

-----------------------------El primer capítulo se encuentra buscando publicaciones anteriores.

¡Feliz día del escritor!

 


Librería "Con aroma a Libro", de Erika Pikhart
¡Feliz día del escritor!
Estoy sorprendida y feliz, con ilusión, demasiada diría yo... por el apoyo que ha tenido esta novela en la Feria de Centeno y sobre todo en mi ciudad Carcarañá-Santa Fe-Argentina.
📚
Los autores autopublicados a veces nos sentimos inseguros, pero cuando comparten nuestro sueño y los lectores, entre tantos libros, nos eligen lo valoramos el doble.
📚
Siempre fui de ir por todos los caminos posibles, pero tener el apoyo de la ciudad en donde vivo es maravilloso. Gracias, gracias...
Los espero en la librería.
Amamos los libros...
Santa Joaquina 843

Feria del Libro de Centeno-Santa Fe-Argentina.

 


Feria del Libro en Centeno-Santa Fe-Argentina.
De la mano de la librería "Con aroma de libro" de Erika Pikhart🌱Infinitas gracias a los lectores que compraron mis novelas:
📚"El silencioso grito de Manuela"
📚"La última mujer"
Gracias por las fotos. Son un gran estímulo.

Los días semejantes. Por los caminos de agua...

 

Qué maravilloso es poder escribir historias.

En ese universo que me abarca toda, intentar salir a recorrer esos caminos de agua junto a la protagonista.

Recuerdo que cuando tenía doce años leí en la revista "Selecciones" el caso de una joven que iba en una avión a una cabaña en la selva de Perú a pasar la Navidad con su padre. En 1970 aproximadamente...

El avión cayó y ella...

Bueno, no quiero contar mucho porque sería descubrir el tema de la novela, pero ese hecho me llegó muy hondo. Y como soy gran lectora volví sobre sus pasos; la releí muchísimas veces.

Es por eso que pensé que podría inventar una ficción a la par de esta maravillosa vida de superación, porque se necesita mucho valor para enfrentar las tantas situaciones a la que nos vemos enfrentados.
Luego está la familia que se reinventa para continuar, pero que siente culpas, hace conjeturas, inventa otros desenlaces, llora o sale a buscar la verdad.

Tu padre, mi padre.
Ellos dos también son protagonistas: uno pasivo, el otro activo y una tía que es la clave de muchos encuentros. Un ángel, tal vez... De esos que aparecen sin llamarlos porque saben, imaginan, que se los necesita y pueden correr y estar en todos lados porque conocen los tiempos de la vida.

A quienes les gusta la literatura clásica (por decirlo de alguna manera) conocerán la verdadera historia de la joven y otra, a la par, muy emotiva.
(Yo a veces lloro con lo que escribo, soy fatal)

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Los días semejantes
Por los caminos de agua...

(La imagen es ilustrativa)
La selva, en realidad, no es bonita.

Sorprendente semejanza con mi novela: aparecieron con vida los niños perdidos en la selva de Colombia durante cuarenta días. Dicen... que ellos conocían la selva y cómo manejarse. No puedo creer tanta casualidad con mi novela y el caso verdadero que cuento en sus páginas, sucedido en 1971. Juliane Koepcke, una zoóloga y bibliotecaria peruano-alemana, única superviviente del accidente del Vuelo 508 de LANSA, ocurrido el 24 de diciembre de 1971