Mujercitas, de Louisa M. Alcott

 



Tierna y delicada, sencilla en su estilo, ampliamente difundida por el prestigio y la popularidad que ha conquistado, Mujercitas es una novela de múltiples facetas. En considerable medida, evoca vivencias de su propia autora Louisa M. Alcott, en el seno de su hogar y en el contexto de un país afectados por la división y por las privaciones.

Sin embargo, sabe sobrepasar lo meramente personal y circunstancial para mostrarnos un acertado y amplio enfoque del alma humana, en especial del alma femenina, y para proponernos a través de sus personajes, un cuadro de valores que nutre el espíritu de sus lectores y les entrega un derrotero de significativas orientaciones para su vida.

De esta suerte, combina muy equilibradamente tres ingredientes que explican su éxito: tiene la calidez de lo experimentado, le da una adecuada elaboración mediante el aporte de la fantasía y de las técnicas narrativas, logra una amplia comunicación-de alcances universales-con sus receptores al sentirse identificados y comprometidos ellos mismos en el mundo que la ficción pone ante sus ojos.

La obra consta de veintiún capítulos de cierta extensión. 

La acción se desarrolla en torno a la familia March, que sufre la ausencia del padre-quien está en la guerra-y que vive una situación económica aflictiva, fruto del noble corazón del señor March, quien brindó ayuda a un amigo en necesidad desesperada.


En medio de tan duras condiciones, se aprestan para celebrar con sencillez La Navidad. Después de la cena tradicional, la madre lee a sus cuatro hijas una carta del padre, que las llena de optimismo, reanimándolas a estudiar y a trabajar mucho.

Esta novela constituye una exaltación de la vida familiar y de los valores en que se sustenta su solidez.

Hay un claro contrapunto entre las dificultades exteriores y la riqueza interior del núcleo familiar de los March. Viven, puertas adentro, soportando la ausencia del padre y las estrecheces económicas, el impacto de los problemas de un país en guerra. Sin embargo, la unión de afectos y la transparencia de sus virtudes los mantienen como un grupo armónico, feliz en medio de la sencillez de sus costumbres, orientado por los criterios de una sana educación, confiado en la búsqueda de un mañana mejor.


Louisa M. Alcott (1832-1888)

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Nació el 29 de noviembre de 1832 en Görmantown, Pensilvania, Estados Unidos, y pasó la mayor parte de su infancia en otras ciudades del noroeste de su país, como Boston y Concord.

Recibió fuerte influencia familiar. Su padre, Amos Bronson Alcott, era un pedagogo innovador, quien manejaba su hogar como una verdadera escuela. Allí, y no en un establecimiento educacional formal, hizo Louisa su aprendizaje básico, principalmente el la biblioteca hogareña. El ejemplo de su padre la llevó a ser ella misma educadora. Por su parte, la madre le hacía escribir desde su más tempranos años su diario de vida, lo que la inició en el ejercicio de su segunda vocación: la literatura.

Como los ingresos familiares eran modestos, Louisa debió trabajar para contribuir a una más estable situación del hogar. Fue enfermera en los hospitales de campaña durante la Guerra de Secesión (1862-1865). Sirvió a su país participando en el movimiento de reforma social y en campañas en favor del sufragio femenino.

Falleció el 6 de marzo de 1888 (dos días después que su padre) en Boston.

Obras:

*Esbozos de un hospital. 
*Caprichos (1864)
*Mujercitas (1868-1869)
*Una chica a la antigua (1870)
*Hombrecitos (1871)
*La maleta de los recuerdos de la tía Jo (seis volúmenes-1872-1882)
*Los hombrecitos de Jo (1886), y otras obras de ficción.