Alfonsina Storni (1892-1938)




Alfonsina Storni buscó por todos los medios escaparle al gris de la mediocridad, y de algún modo lo consiguió, asomando al mundo en Suiza para convertirse en una de las mayores poetisas argentinas.

"Fue una auténtica precursora de la lucha por la igualdad de oportunidades y de reconocimiento a todos los seres humanos, sin distinción de sexo"
Félix Luna.

En sus primeros poemas se nota la aguda sensibilidad de la mujer que empezaba a expresarse sin recato, en una inestabilidad desbordante:



"Mis nervios están locos en las venas,
la sangre hierve, líquido de fuego..."

(La inquietud del rosal, 1916)




Luego la creciente objetivación del mundo de la mujer, centro temático de toda su obra inicial se contrapone al mundo del hombre "El dulce enemigo..."



"Tú me quieres blanca,
me quieres de espuma,
me quieres de nácar..."

(El dulce daño, 1918)



Siguiendo la trayectoria de su poesía llegamos a "Mascarilla y Trébol" en 1938. su libro en forma de "antisonetos"

Sin duda, fue ésta la producción de Alfonsina Storni que movió nuestras fibras más íntimas, sobre todo el último de los antisonetos, escrito en tinta roja como todos sus últimos poemas.



VOY A DORMIR

Duendes de flores, cofía de rocío,
manos de hierbas, tú nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.

Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación, la que te guste,
todas son buenas: bájala un poquito.

Déjame sola: oyes romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases

para que olvides... Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...

Alfonsina Storni



Así se despidió de la vida, en la noche del 24 de Octubre de 1938, antes de abordar su último viaje al mar.


La obra de Alfonsina fue tan fuerte y valiente como ella puesto que fue una mujer que luchó mucho con la vida y supo levantarse siempre con su propio esfuerzo.
Sólo la muerte la venció...


EDUARDO GALEANO recuerda a ALFONSINA.
En su libro "Memoria de fuego"
el escritor uruguayo dice:




1935 BUENOS AIRES: ALFONSINA

A la mujer que piensa se le secan los ovarios. Nace la mujer para producir lágrimas y no ideas y no para vivir la vida sino para espiarla desde la ventana a medio cerrar. Mil veces se lo han explicado y Alfonsina nunca lo creyó. Sus versos más difundidos protestan contra el macho enjaulador.

Cuando hace años llegó a Buenos Aires desde provincias, Alfonsina traía unos zapatos de tacones torcidos y en el vientre un hijo sin padre legal. En esta ciudad trabajó en lo que hubiera y robaba formularios de teléfono para escribir sus tristezas. Mientras pulía las palabras, verso a verso, noche a noche, cruzaba los dedos y besaba las barajas que anunciaban viajes y herencias y amores.

El tiempo ha pasado, casi un cuarto de siglo, y nada le regaló la suerte. Pero peleando a brazo partido, Alfonsina ha sido capaz de abrirse paso en el masculino mundo. Su cara de ratona traviesa nunca falta en las fotos  que congregan a los escritores más ilustres.

Este año en el verano supo que tenía cáncer. Desde entonces escribe poemas que hablan de la mar y de la casa que la espera allá en el fondo, en la avenida de las madréporas.

Eduardo Galeano