La última mujer (Cap I-Fin de la Belle Époque-segunda parte)
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La última mujer---Luján Fraix
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Luján Fraix
Luján Fraix
a la/s
agosto 18, 2020
A
dos puertas de la esquina, a mano izquierda, la avenida se interrumpía por un
callejón sin salida. Un edificio de construcción misteriosa proyectaba un
tejado triangular. Tenía dos pisos pero el frente carecía de ventanas. La
vivienda se hallaba abandonada, despintada y reseca, sin campanilla ni
picaporte. Los mendigos se cobijaban en el portal y encendían cerillas en la
pared. Así vivía Harry Cooper y su hijo Alan. La esposa de Harry los había
abandonado al ver la desidia de su esposo. Amber Thomas era pianista y vivía en
Francia, en la ciudad de Grez.
Mark
se recostó y una sombra de melancolía le endureció el rostro. ¿Qué había hecho
mal?
‒Es
triste llegar a viejo‒dijo como en murmullos pensando que todo el dinero del
mundo no le servía para alcanzar la felicidad y menos la paz interior. Pensó
también en su hijo Harry, quien no tenía escrúpulos; sin embargo, él se
quedaría con parte de su fortuna. No podía soportarlo. Escuchó voces que
llegaban desde la sala. Bajó las escaleras con su bastón, el que solamente
utilizaba por elegancia y se encontró con la mesa servida para el té por su
amada Violet. Habían llegado de visita su hija Rebeca y el esposo Wilson
Taylor.
‒Padre…
¿Cómo está?
‒Bien,
igual que siempre. Me duelen un poco los huesos. Es que no acepto mis ochenta
años. He sido tan activo toda una vida. Me cuesta quedarme quieto esperando
noticias.
‒Es
que debes cuidarte para vivir mucho más. ¡Te quiero tanto!
‒Sí,
hijita, lo sé‒respondió Mark y la abrazó con inmenso cariño.
El
anciano notaba algo raro en el semblante de Wilson, cierta melancolía, tal vez
congoja.
‒Tomemos
un té. ¿Pasa algo?‒preguntó Mark frente al mutismo y a las miradas de
desconcierto‒. Una cosa es reprimir la curiosidad y otra vencerla. No me
asusten.
‒Bueno,
querido suegro, hay una noticia que debe saber. Vinimos a contársela pero no
queremos que se angustie, que le haga mal, debe tomarlo con calma.
Wilson
tenía los ojos nublados y caminaba de un lado a otro de la sala envuelto en un
silencio de crepúsculo que lo adormecía y lo invitaba a la reflexión. Rebeca
temblaba y su pelo colorado parecía perderse entre los pliegues de los volados
de su chaqueta. Estaba pálida, demasiado.
Violet
se acercó con una bandeja de masitas y de merengues pero ella no quiso comer.
‒No,
gracias‒exclamó levantando su mano enguantada.
‒Rebeca
está enferma‒dijo, de repente, Wilson‒. Necesita hacer un tratamiento cruel en
unos meses. Siento tanto decir esto…
‒¡Qué!
¡Es tan joven! ¿Qué tiene?
‒Padre,
no se preocupe, usted lo dijo… Soy joven y podré salir adelante. La ciencia
avanzó mucho en estos tiempos y las células malas, ante el tratamiento, pueden
revertirse y ceder. Sólo queríamos que lo supiera porque venimos a proponerle
algo que tal vez le agrade y me responda que sí.
‒Después
de semejante noticia, nada puede ser mejor ni peor‒respondió Mark y sacó un
pañuelo para secarse los ojos y limpiar los lentes empañados por un dolor que le
perforaba la piel. Su querida Rebeca no podía tener la misma enfermedad de
Sarah; sin embargo, todo resultaba ser demasiado obvio.
¿Cuál es el límite donde
sostener las cargas se hace, en la medida de las fuerzas, insoportable?
La
vida lo volvía a colocar en el lugar de padre sostenedor, de muro que abriga,
cuando él ya no podía con su cuerpo tembloroso y frío. Guerreaba contra los
años y la ausencia de Sarah, el gran amor, y ahora Rebeca, tan niña, le pedía valor. Es que lo veían
fuerte, un hombre que había peleado y conquistado, que nunca se había dejado
doblegar por las circunstancias ni por el destino. Mark no era valiente; estaba
demasiado abatido, pero sabía que debía contener a su niña porque la amaba.
Nunca imaginó esa cachetada infame, pero entendía que podría revertir la
situación buscando a los mejores médicos. Para eso sí servía el dinero.
‒Yo
pienso luchar, hija querida. Te ayudaré. ¿No es cierto?‒le preguntó a Wilson,
quien permanecía mirando la bruma gris por el ventanal.
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Adoro como escribes, uno se siente en lugar de los hechos. Te mando un beso
ResponderEliminarGostei muitoooo...!!
ResponderEliminarTens talento e muita criatividade para alimentares estes belos contos que tanto nos cativam.
Un beso.
A.S.
Super interesante este resumen que nos regalas hoy.Besicos
ResponderEliminarParece interesante, hay que seguir leyendo. Besos.
ResponderEliminarEsa cachetada infame que se lleva el padre, me la has hecho sentir, Luján.
ResponderEliminarBesos.