Vera Violetta-cuentos del día después...
ÍNTIMO
REGRESO
“Nací al lado de la piedra, junto a la montaña,
en una madrugada de primavera,
cuando la tierra,
después de un largo sueño,
se corona nuevamente en flores.”
Alfonsina Storni.
En la avenida de las madréporas hay
una casa; ella lo sabe ya desde algún tiempo por eso escribe poemas de mar y de
arena. Gobierna la razón y esparce el agua de su cosecha como dádiva exquisita.
Está enferma o simplemente fatigada
por la lucha diaria y quiere emigrar hacia otro cielo de escasas soledades,
donde los años no vencen a las fuerzas por sus propios medios. Camina sobre los
tacones antiguos tratando de pulir los pensamientos para no caer convertida en
cenizas sobre los musgos escardados.
Acostumbra a obrar con reflexión,
procura la instauración gradual de las ideas, fortalece y repara sus ruinas…
pero ya no puede controlar sus emociones. Es sabia e inestable y lleva en las
venas un líquido que hierve como la sangre del rosal a pesar de su espuma de nácar.
Todavía le queda tiempo para elegir y escapar del gris de la mediocridad con el
valor de una grande que se enfrenta a los cánones establecidos.
En su cabeza, los versos
octosílabos recitan odas de cámara en algún baptisterio de catedral para huir
del realismo. Es sólo una mujer que dibuja con palabras que dicen más que todas
las verdades pero está cansada de fingir; una voz le confiesa que el mundo la
castiga con violencia y que la injusticia trepa por sus tristezas febriles
hasta ahogar las lágrimas mientras la nodriza fina acomoda las sábanas para el
próximo descanso.
Cada uno de los latidos de su
arteria es un reloj que reduce a polvo sus impulsos de seguir con la pelea. La
inmortalidad se extiende laboriosa para dejar la gloria y las nervaduras de brotes
y de pájaros.
Revela su ciencia con un cancel
abierto a los ojos de quienes, con su soberbia, tratan de negar la influencia
creadora. Ella escucha su corazón y sus temblores y sabe que la aguarda un
paraíso, pero no tiene ganas de sentarse a ver llegar el tren con los vagones.
Bebe la medicina en un lenguaje de
conceptos con cadencias determinadas porque conoce el idioma de memoria y, con
toda la sabiduría a cuestas, camina hacia la costa del mar mientras el viento
de las cuencas golpea los barrancos; ella contesta que ha salido y se interna
por el imaginario sendero en busca de la quietud que no encuentra y necesita.
Se agita la cofia de rocío por el aire que la enfrenta con su rostro de niña
sin suerte.
Alfonsina |
Recuerda un amor pasado como una
herencia justa que la vida le regaló en otro tiempo y escucha un grito
acongojado:
‒¡Mamá!
Es Alejandro que aparece en la
oscuridad de su destino; tiene aires de soledad en sus ojos pueblerinos y una
orfandad de espíritu parecida a una sombra que lo persigue convencida de ser
leyenda.
Ella sufre a la orilla del mar que
todavía la espera para sorber su fertilidad con la savia de su historia
inacabada.
Son dos llamados diferentes con un
mismo azote.
La mujer, al ver a su hijo,
regresa…
---------Del libro "Vera Violetta"-Cuentos del día después...
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