Buenas y Santas... Los hijos olvidados

 

Vestida de terciopelos, con mangas amplias, doña Emma se sintió envuelta como en una brisa, por un murmullo de palabras. Dejó en el armario sus papeles de dibujo y bordado y revivió un poco el fuego antes de partir hacia la iglesia.
‒El auto está listo‒dijo Jeremías.
Cuánta era su tristeza los domingos por la tarde. Hundida en un extraño sopor, escuchaba el revuelo de las hojas. Por los tejados se deslizaban los gatos que buscaban el último rayo de sol. El viento, en la carretera, arrastraba nubes de polvo. En la llanura ladraba a veces algún perro vagabundo y las campanadas proseguían con su repique que se perdía en la soledad del campo.

3 comentarios:

  1. Me encanta cómo nos describes la vida de la protagonista. Hay trazos de realismo y costumbrismo en sus actos. La ambientación nos envuelve con la monotonía y la nostalgia del momento. Muy bueno, Luján.
    Mi felicitación y mi abrazo, amiga.

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  2. Bonito párrafo tiene toda la pinta de ser una novela estupenda.Besicos

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