Aluen

 


El pasado aparecía desdibujado por las ausencias y los silencios. Cuando, por la noche, Aluen se quedaba sola recorría los pasillos sombríos. Palpaba lo gris que resultaba ser su vida. Era portadora de enigmas, un sendero por el que no pasaba nadie.

¿Qué significaba para ella ese misterio que no podía descifrar? Seguro que una pregunta sin respuesta.

Aluen tomaba lo que la vida le daba y creía, según el padre Hilario, a quien escuchaba atentamente, que el amor lo curaba todo, aunque por momentos parecía que había dejado de oír porque se apagaba y era sólo un fantasma que arrastraba cadenas. Simulaba esperar la próxima lluvia. ¿Por qué? Para dormir. Ella necesitaba una sonrisa, una mirada, algo de que sostenerse porque caminaba delante de sus propios pasos, aunque quizá huía de ellos.

Aluen ya no era la niña india, sino una mujer que no podía o no quería hablar, pero lo comprendía todo y decidía olvidarlo o lo recordaba tanto que prefería callar.