Retratos literarios: Agustín Aguirre

 

Las aristocráticas señoritas Aguirre tenían un hermano varón que se llamaba Agustín y que vivía en ese mismo establecimiento rural. Es que era algo bohemio; una tarde escapó de La Escalada para acompañar, como un gaucho autóctono, a Consolación en aquella planicie despoblada y carente de las necesidades básicas. Él criaba cerdos con postura de capataz en los fondos del rancho mientras hacía el inventario de los bienes y efectos.

Agustín era baqueano y rastreador, hábil en la doma y en el manejo del caballo y diestro en los trabajos relacionados con la ganadería como arreos, rodeos y yerras. Se vestía con chiripá, bota de potro y chambergo con barbijo. Usaba un cuchillo como elemento imprescindible: arma, herramienta, utensilio. Agustín iba siempre a caballo pues no era posible imaginarlo a pie.

‒Estás completito con tu recado, lazo, boleadoras, facón y espuelas. No entiendo esa pasión ‒le comentó Celestino debajo de los tilos al anochecer.

‒Es que me gusta esta vida. ¿Los molesto? Porque si es así me marcho ‒respondió Agustín algo confundido.

‒No, hombre. Sólo que a mí me parece que escapas de don Pedro. Hoy no lo viniste a saludar y es tu padre.

‒Es que él tiene tan mal carácter y es capaz de arrastrarme por las bombachas hasta el pueblo.

‒Es cierto, por ahora se ha mantenido tranquilo, pero no sabemos por cuánto tiempo.


‒Roguemos que se olvide que tiene un hijo varón.

‒No creo.

‒Es que está ocupado en casar a sus otras hijas con acaudalados señores de apellido.

‒No sé si lo conseguirá. Sabes que tus hermanas son señoritas difíciles. Tienen un genio de los demonios.

‒Algunas de ellas como Angustias, Dolores y Bernardina porque Gertrudis y Camila son dos pedacitos de cielo.

‒Puede ser ‒respondió Celestino incrédulo porque las veía a todas bajo el mismo manto, repitiendo las idénticas palabras sin medir las consecuencias.

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Tu sillón vacío
La Revolución de Mayo
-1810-