La abuela que teje el aire
La abuela Melanie aparecía con toda la grandeza en medio de ese huracán de afecto; con la cabeza inclinada agradecía a Dios por la inspiración que hizo que su voz se elevara a las alturas, en sus poemas a François y a la naturaleza.
Con el traje blanco parecía etérea, sólo una nube de espigas en el cielo igual que la copia de “Los Girasoles” de Van Gogh. Su presencia estaba allí como la mayoría de las almas, en cada página, en el cansancio de los huesos, en la hospitalidad, en el mirar pausado y en el furioso, en la luz y la oscuridad, entre los descarriados y los benevolentes, en su estrella cuidando al ser amado.