Anécdota sobre Jorge L. Borges
En aquellos tiempos publicar un libro era una especie de aventura privada. Nunca pensé en mandar ejemplares a los libreros ni a los críticos. La mayoría los regalé.
Recuerdo uno de mis métodos de distribución. Como había notado que muchas de las personas que iban a las oficinas de Nosotros —una de las revistas literarias más antiguas y prestigiosas de la época— colgaban los sobretodos en el guardarropa, le llevé unos cincuenta ejemplares a Alfredo Bianchi, uno de los directores.
Bianchi me miró asombrado y dijo:
-¿Esperás que te venda todos esos libros?. -No —le respondí—. Aunque escribí este libro, no estoy loco. Pensé que podía pedirle que los metiera en los bolsillos de esos sobretodos que están allí colgados”. Generosamente, Bianchi lo hizo. Cuando regresé después de un año de ausencia, descubrí que algunos de los habitantes de los sobretodos habían leído mis poemas e incluso escrito acerca de ellos. De esa manera me gané una modesta reputación de poeta.
❤❤
Esta anécdota la contaba siempre Susana mi profesora del Taller de narrativa, lectura y poesía. Era una forma de decirnos: "el libro tiene que circular". Lo recuerdo siempre y lo cumplo... Eso no quiere decir que vaya a tener la misma suerte que Borges pero es un estímulo, una posibilidad y un aliciente más en este camino de las letras.
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Todos, en alguna ocasión, hemos regalado historias, cuentos o versos, Luján. Es gratificante que te lean los demás y fluyan las ideas y sentimientos. Es muy gratificante. Muchas navidades he repartido a familiares y amigos pequeños cuadernos de poesía, que muchos de ellos aún conservan.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño.