Esa lejana barbarie, de Cristina Bajo
BUENOS AIRES
INVIERNO DE 1848
Al final de la cuadra de la Casa de Ejercicios Espirituales —en el barrio de la Concepción—, estaba detenido un carruaje de dos caballos. La gente que pasaba lo miraba con curiosidad, pues lo escoltaban tres jinetes de aspecto extranjero.
Sentada dentro del coche, semioculta por la cortinilla de la ventana, una mujer parecía esperar algo o a alguien. No podían distinguirse sus facciones, pues usaba un sombrero con velo oscuro. Cuando vio salir a su criada del edificio, apoyó la cabeza en el respaldo del asiento.
Una morena bien vestida abrió la puerta y se acomodó a su lado.
—Doña Manuelita se fue hace rato —le comunicó.
—Gracias a Dios; no querría encontrarme con ella —dijo la señora y ordenó al cochero adelantarse hasta la casa, donde descendió acompañada de la criada.
La portera las guió hasta el patio de entrada, circundado por galerías; siguiendo las columnas recubiertas de jazmines, llegaron a la última habitación. La morena se quedó atrás cuando una joven beata, Benita Arias de Cabrera, recibió a su ama. Después de trabar las puertas, ambas mujeres se saludaron con afecto: el encuentro tenía algo de conspiración. (fragmento)
Esa lejana barbarie, de Cristina Bajo (una de las mejores escritoras argentinas)
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Me encanta Cristina Bajo y su forma de narrar. Es, para mí excelente. Es mi maestra.