La vida es bella

 

El sol se desnudaba en un baño transparente frente a las mejillas de la niña de cuentos, con un par de alas, con las lágrimas suspendidas en el surco terrenal... Dios y el destino le habían quitado lo que más quería, pero en ese vértigo sin freno ni límite, la había bendecido y no estaba dispuesta a perder de nuevo.
La carga pesada se transformaba en plegaria cuando Rebeca veía a Amelie sonreír, crecer con rapidez y jugar como cualquier niña de su edad. Dibujaba estrellas fugaces en sus cristalinos ojos para decir que se había salvado en brazos de su verdadera madre porque ella, con su acto de generosidad, le había dado la oportunidad de vivir.

Violet acomodó las tazas en el mantel bordado por Sarah cuando era joven.
‒¡Amelie, ven a tomar la merienda!
‒Sí, mamá ‒dijo por primera vez y Rebeca reconoció la dimensión del amor.

La última mujer.
-1912-
Un naufragio.
El baúl de perlas.