Cuando la soledad te abraza...
Esa casa era el umbral a otro mundo y debía adaptarse, pero le costaba porque se seguía sintiendo sola.
¿Es que nunca iba a acabar con ese tormento?
De pequeña, se acurrucaba en los brazos de su madre y respiraba su fragancia a narciso; era un hechizo que la conducía al universo de la dicha infinita. De grande, las tardes silenciosas la llevaban a buscar cariño en la choza de Antonio, el capataz. Él era muy protector y ella se sentía abrigada. Felicitas buscaba amor de padre, amor del que abraza, el que dice: cuídate...
Ahora, ya había crecido y debía sostenerse con sus propias fuerzas. Acumular soledad no era bueno, pero dónde iba a dejar todos esos silencios que en el alma parecían milagros no resueltos.
Ella buscaba y buscaba... ¿Qué?
La paz que no encontraba en ningún sitio, esa ausencia que la perseguía donde fuera...
"Ni en el santo cielo me voy a sentir tranquila. Recuerdo a mi abuelo que rezaba junto al río. Él era sabio. Un maestro en el arte de escribir los pasos. Su caligrafía era perfecta".
(fragmento)