"La ciudad de vapor", de Carlos Ruiz Zafón

 


"Años más tarde me dijeron que la vieron por última vez cuando enfilaba aquella sombría avenida que conducía a las puertas del Cementerio del Este. Atardecía y un viento helado del norte arrastraba una bóveda de nubes rojas sobre la ciudad. Caminaba sola, temblando de frío y dejando una estela de pasos inciertos en el manto de nieve que había empezado a caer a media tarde.

Al llegar al umbral del camposanto la muchacha se detuvo un instante para recobrar el aliento. Un bosque de ángeles y cruces se insinuaba tras los muros. El hedor a flores muertas, cal y azufre le lamió el rostro, invitándola a entrar. Se disponía a seguir su camino cuando una punzada de dolor se abrió paso por sus entrañas como un hierro candente. Se llevó las manos al vientre y respiró hondo, resistiendo la náusea. Por un instante interminable sólo existió la agonía y el miedo a no poder dar un paso más, a caer desplomada frente al portón del cementerio y a que la encontraran allí al alba, abrazada a sus rejas de lanzas como una figura de hiel y de escarcha, el hijo que llevaba en el vientre atrapado sin remedio en un sarcófago de hielo.

La ciudad de vapor, de Carlos Ruiz Zafón

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