Cartagena de Indias, la ciudad de Gabo





La vieja Cartagena de Indias es una ciudad de ensueño, no sólo por su arquitectura colonial, sus altas murallas de piedra y el calor de su gente sino, más que nada, porque ahí vivieron Gabriel García Márquez y sus personajes más queridos. Descubrirla es un viaje al corazón del realismo mágico.

Está solo, sentado en el fondo de una de las mesas del salón,
que no es muy amplio pero es acogedor.
Bermudas de explorador, camiseta sin mangas,
sandalias con suela de goma.
La ropa es clara, liviana, fresca.
Barba espesa, anteojos de carey, pelo ensortijado.
Sobre la mesa de madera, redonda,
diminuta, se apiñan una tablet, un celular y una cámara reflex con motor,
de las que usan los profesionales.
También hay un cuaderno de notas,
en el que garrapatea una palabra tras otra con un lápiz de punta afilada
con esmero y sin levantar la vista del papel.



Está ahí por las historias que cuentan, algunas ciertas, otras inventadas, de los días en los que Gabriel García Márquez se refugiaba en las mesas del fondo en compañía de libros y café; los otros son parroquianos, gente del lugar, que disfrutan del generoso aire acondicionado, del ambiente amable y del tiempo libre.


La muy antigua y heroica Cartagena de Indias, la más bella del mundo, abandonada por sus  pobladores por pánico al cólera, después de haber resistido a toda clase de asedios de ingleses y tropelías de bucaneros durante siglos, como la ve de las alturas, en su quimérica travesía en globo Fermina Daza, en la novela preferida de Gabo "El amor en los tiempos del cólera", ésa es la ciudad, ni más ni menos.


Abaco (librería) es el punto final de "La Cartagena de García Márquez, historias reales e imaginarias", un recorrido por los lugares que marcaron la vida y los libros del autor de "Cien años de soledad". Ahí está el convento de Santa Clara, donde las hijas de la aristocracia eran "enterradas vivas" por haber cometido el error de enamorarse de la persona equivocada. El jardín escondido, la galería de techos de madera, los paredones sin ventanas, que vieron envejecer y morir a las monjas de clausura que cruzaban la puerta una vez y para siempre, siguen en pie.


Ahí sufrió su calvario Sierra María de Todos los Ángeles, en "Del amor y otros demonios", otra de las novelas que late en el corazón de Cartagena de Indias, la vieja, la encantadora, la que se pierde entre callejones ardientes, donde se apiñan los vendedores ambulantes, las mujeres voluptuosas... Basta dar vuelta la esquina para dar con la casa amurallada que hizo construir García Márquez. No se puede ver más que las palmeras que asoman por encima del alto paredón y la ventana desde la que a Gabo le gustaba contemplar el mar.


En 1984 , la Unesco declaró a Cartagena de Indias Patrimonio Histórico de la Humanidad y la ciudad le hace honor a la distinción.


Eso es lo que celebra el muchacho que intenta
infructuosamente poner en blanco sobre negro
aquello que le apasiona escribir
sin distraerse de su cuaderno de notas.
Vivir para contarlo, parecen decir unos;
contar para vivirlo, parece querer el otro.
Afuera está la ciudad,
el campanario de la Catedral de Santa Catalina de Alejandría,
los atardeceres en el Café del Mar,
los enamorados, los condenados,
las carcajadas de Gabo
que retumban en los portales a la luz de la luna.

Ricardo Luque