Buenas y Santas... Los hijos olvidados



🌷Felicitas se paró cerca de la galería a contemplar el horizonte con los ojos turbios. Era una tarde clara de primavera. La pampa todavía estaba desolada por el invierno pasado y el camino se extendía endurecido y seco. Llegó a la bifurcación de un sendero. Había un jalón de tierra arenisca que servía para marcar las direcciones: las cumbres, el pueblo, la granja. Pensó en el verano y un aluvión de recuerdos infantiles acudió a su memoria. Aquel sitio era el preferido de su abuelo. Durante largo rato estuvo contemplando el mojón. Inclinándose, vio junto a su base un agujero donde solía almacenar guijarros y caracoles. Imaginó a un niño desgreñado apoyando la cabeza en los barrotes de una verja. Era Antonio que le sonreía porque buscaba jugar con ella. Compartieron una naranja y apareció una señora muy enojada que se lo llevó de una oreja. Luego ella se fue al corral a darle de comer a las palomas.


Escribir BUENAS Y SANTAS...Los hijos olvidados fue un placer para mí. La vida del campo, sus costumbres, las almas que habitan los surcos, el silencio... es lo que más conozco por haber crecido entre la llanura y el pueblo. Amo los susurros del anochecer cuando el tiempo parece detenerse en preguntas sin respuestas; allí aparecen los años que buscan futuros, toda la vida en un segundo y el amor dormido de quienes fueron presencia y abrazos.
Acá dejo mis letras como testimonio de la vocación y la perseverancia.  


Buenas y Santas...-Los hijos olvidados.

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