Cumbres borrascosas, de Emily Brontë

 


Un hombre llamado Lockwood llega a la finca Cumbres Borrascosas para conocer al señor Heathcliff, su casero, que le ha alquilado una villa cercana, la Granja de los Tordos. El recibimiento no puede ser más frío, hostil y desagradable. En la casa viven otras dos personas, Catherine, una hermosa joven de piel como alabastro y hermosos ojos azules, y el cabello con definidos rizos dorados, y Hareton Earnshaw, un joven alto, tosco y moreno, con apariencia torpe. Los tres personajes le parecen a Lockwood incomprensiblemente toscos y amargados. La señora Dean, que sirve a Lockwood en la Granja de los Tordos y cuidó de ellos cuando eran niños, le cuenta la historia de las dos familias que viven en la zona, los Linton y los Earnshaw.

El señor Earnshaw, dueño de Cumbres Borrascosas, trajo un día a su casa a Heathcliff, un niño abandonado, para criarlo como suyo. Los hijos de Earnshaw recibieron con extrañeza a Heathcliff. Con el tiempo, la hija, Catherine, se hizo buena amiga de él, pero el hijo mayor, Hindley, lo detestaba y no perdía ocasión de humillarlo; sin embargo, Heathcliff, al ser un niño rudo e inteligente, se defendía de Hindley con astucia y brusquedad.


Años después, los padres de Catherine y Hindley mueren. Hindley se casa con una mujer llamada Frances, con quien tiene un hijo, Hareton. Frances prohíbe a Heathcliff todo contacto con Catherine. Sin embargo, los dos mantienen a escondidas su amistad, que pronto se convierte en amor apasionado. Un día deciden ir a espiar a los vecinos que viven en la Granja de los Tordos, los Linton. Ellos los sorprenden. Mientras intenta huir, un perro muerde a Catherine. Los Linton la recogen, la cuidan y la alojan en su casa durante una temporada. En cambio, expulsan a Heathcliff, al que consideran poco menos que un criado por el aspecto de «gitano» con el que el niño contaba. Cuando Catherine vuelve a las Cumbres, ha cambiado: ya no es una niña salvaje, sino toda una señorita, comportamiento influenciado por la sofisticada educación de Isabella, la hermosa hija de los Linton.


Catherine se casa con el hijo de los Linton, Edgar, aunque confiesa al ama de llaves, Nelly Dean, que en realidad está enamorada de Heathcliff. Este, que escucha escondido parte de la conversación, se siente ofendido, pues Catherine dice que descarta casarse con él porque la unión la rebajaría. Herido en su orgullo, desaparece, pero vuelve luego de tres años, enriquecido por oscuros negocios. Para enfadar a Edgar y poner celosa a Catherine, corteja a Isabella (la hermana menor de Edgar), y acaba casándose con ella, unión que le da un hijo, Linton.


Catherine, enferma por los encontronazos entre su marido y Heathcliff, acaba muriendo la noche del parto de su primogénita. Edgar Linton, el padre de la niña, decide llamarla igual que su difunta esposa: Catherine. Hindley, convertido en un borracho y jugador empedernido, se ve obligado a vender Cumbres Borrascosas a Heathcliff. Finalmente muere, y Heathcliff se queda con la casa y con el hijo de Hindley, Hareton, al que mantiene analfabeto y salvaje, vengándose así de su padre. Isabella huye de Cumbres Borrascosas y se consagra al cuidado de su hijo, Linton. Finalmente, muere, y Linton vuelve con Heathcliff, que lo desprecia, pues es un niño enfermizo que no se parece en nada a él.


Pasan dieciséis años. Catherine Linton, hija de Catherine y Edgar, que no conoce la historia de las Cumbres, acude a visitar a su primo Linton. Heathcliff orquesta un romance entre los dos primos y logra que se casen, de modo que cuando Edgar muera poco después, Heathcliff heredará la Granja de los Tordos, apoderándose así del patrimonio de las dos familias que tanto lo despreciaron. Todo esto ocurre efectivamente, y así culmina la historia del ama de llaves.


El señor Lockwood se va de la zona y no vuelve a Cumbres Borrascosas sino hasta varios meses después, y entonces descubre que Heathcliff ha muerto. Reunido una vez más con la señora Dean, ella le cuenta lo que se perdió en su prolongada ausencia: Heatcliff, cada vez más convencido de que el fantasma de su amada Catherine vino a buscarlo, sufrió un rápido deterioro físico y mental. Tras someterse a un ayuno de varios días, Nelly encontró a su amo muerto en la cama, con una extraña sonrisa en su rostro. A pesar de lo mucho que lo maltrató, Hareton llora por Heathcliff, que ha sido lo más parecido a un padre que ha conocido. Catherine, que al principio despreciaba a Hareton, pasó a compadecerse de la ignorancia del muchacho y le enseñó en secreto a leer. Su relación da un giro satisfactorio: al final, deciden casarse, dando así un feliz desenlace a la historia de odios y desencuentros de sus familias.1​ Dean añade un dato más a su historia: ha oído que varios pobladores han visto que Heathcliff y Catherine Earnshaw aún pasean por los páramos. Lockwood, tras escuchar el relato, abandona tranquilamente las Cumbres y visita las tumbas de Edgar, Catherine y Heathcliff, preguntándose cómo estarán tan intranquilos bajo un suelo tan apacible.


Cumbres borrascosas, de Emily Brontë


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Cumbres Borrascosas ha sido llevada varias veces al cine desde la época muda. La adaptación más valorada mundialmente es la que William Wyler dirigió en 1939 con Laurence OlivierMerle Oberon y David Niven en los papeles protagonistas. Pese a ser, como todas, una versión parcial de la novela, la cinta consigue no traicionar el espíritu de la historia y resulta dramática, romántica y viva.


En 1953, Luis Buñuel hizo una adaptación aún más fiel a la novela en México, titulada Abismos de pasión, donde los personajes no son tan seductores como en la versión de 1939. Además, no se preocupa por adaptarla al gusto de Hollywood, sino que rescata sobre todo el espíritu extremo de los personajes. No hace ningún esfuerzo en hacer «querible» a Heatchcliff, porque lo quiere como lo expone Brontë: violento, burdo, inadaptado, resentido, y profundamente enamorado. No se esfuerza por dar a Catherine pinceladas de «humanidad», porque la quiere como es: caprichosa, histérica, frágil, con los defectos de toda niña mimada y profundamente enamorada. Además, la brecha de la diferencia social entre ellos dos se hace más notoria.