La vida invisible

 


Desde el extremo izquierdo del patio, la bordadora incansable las miraba, parecía estar demasiado ocupada en su labor. Apenas levantaba la vista. Se acercó la niña mulata y trajo unas galletas. Tenía los ojos azules como el cielo.
--La quietud se agranda en las casas vacías --dijo Felicitas al oír el rumor de las hojas que traía el viento de ese caluroso verano.
--La quietud es una penumbra dentro del alma --agregó Albina y miró ese hueco, igual que si estuviera rezándole a las nostalgias de un pasado escondido e injusto.
--¿Quién es la mujer que está sentada en el fondo?
--¿Doña Finita?
--Bueno... No sé su nombre, por eso se lo pregunto. La veo rara, dice cosas incoherentes. El otro día me confundió con Coco Chanel. ¿Se da cuenta?
--¿Y quién es esa tal Coco?
--Una modista famosa que vive en Francia.
Albina, ignorando el tema, no le dio importancia.
--No sé --respondió.
--¡Se lo estoy contando! --agregó Felicitas, y levantó la voz.
Es que Albina la sacaba de su eje al no darle importancia a sus conversaciones. La hacía sentir invisible.
(fragmento)