El pintor gris

 


Benjamín devoraba las biografías que encontraba sobre Van Gogh igual que su padre.

Admiraba el arte, pero también su torturada vida y el sueño de ser famoso que no llegó a ver... Él sentía ese mismo vacío. Sabía que el verdadero artista es más que eso; la trascendencia es secundaria y llega o no... La vida está en el arte y en la necesidad de oxígeno que provoca, pero Benjamín se sentía solo en ese pueblo que no lo comprendía ni lo apoyaba; buscaba estímulos.

No tenía un hermano como Theo para contarle sus dramas porque Coty era mujer y veía las cosas a través de un cristal. Era más práctica en apariencias, y sus amigos demasiado huecos, frívolos hasta el hartazgo.

En aquella casa llena de fotografías ajenas donde las cigarras disfrutaban del calor de fines de febrero y las palomas parecían hablar un dialecto presuroso de cortejo, los ojos de Benjamín se nublaban... Veía callejones ardiendo en medio de sus óleos y las palabras eran en otro idioma.
El sol trepaba por las ramas con su tinte infinito y lo llevaba a los confines de la dicha. En ese país el otoño le daba su color a la primavera, y la paz del alma llegaba con las manos vacías.


(fragmento de novela)