Hija única. Diario "Hoy Canelones", de Uruguay

 




Ya no me quedan palabras para agradecer.
No sabía que iba a salir parte de mi libro otra vez en el diario.
Millones de gracias Gerardo Molina (Uruguay). Diario "Hoy Canelones".
---------------
💕

LA PÁGINA LITERARIA GERARDO MOLINA

FOTOGRAFÍAS

Quiero convencerme de que el tiempo pasó. Recorro una a una las fotos en las que fui feliz. ¡Cuántas paredes, cuántos muebles, cuántas plantas! Es mi vida multiplicada en cada uno de esos días. Dormí bajo estos techos, hice travesuras, reí, soñé, prometí… Ésa fui yo, más sola hoy que entonces, ésa era mi abuela y esos mis padres. El pomelo lo planté y llegué a comer sus frutos y a las mascotas las abrigué con mi calor de niña. Los atardeceres melancólicos formaron parte de mi adolescencia en aquella habitación donde escribía relatos y leía versos. No es la añoranza obligada por un vuelo de gaviota. Soy real, de corazón, de misterio…; soy la que jugaba a los indios en el jardín con mis amigas y regaba jazmines. ¡Cómo pude crecer tanto! Recuerdo… La casa era el mundo y la vida. Nunca triste, ni rota, ni vacía… Era auténtica con polvo, aire, fuego, enredaderas y ropa colgada en la cuerda secándose al sol. El verano abrasaba mientras me dormía entre las páginas noveladas. Ésa era yo persiguiendo gallinas para juntar los huevos. Era mi hogar con alma; latía con el cariño en los ojos de mis padres y el cantar de los jilgueros. Así era el país de la memoria y así serán por siempre en mi corazón que resiste y que no olvida porque ama. Y así crecí y lloré y vi la humanidad con mirada de muñeca y compartí calesitas musicales que mis amigas traían al alero español para irme luego con mis libros a fingir que leía y a escribir, sobre las tapas, letras mágicas. Tenía sólo tres años. Era yo, chiquita y caprichosa, la nena, la única. ‒¡No te vayas, ven!‒le gritaba al gato cuando lo veía alejarse por la calleja. Él no volvía. Yo lloraba sobre los almohadones donde había dormido. Lo extrañaba. Mi alma de novela era pura fantasía. Sola, sin hermanos, tenía el cariño desbordado. Todavía no sabía de las ausencias y de lo triste que podría llegar a ser la vida. Parecía tan larga como el camino al campo en el auto viejo. Mi cara se nublaba cuando pasábamos por el puente carretero sobre el río, me tapaba los ojos porque el temor era más fuerte. El agua, siempre el agua, oscura, tenebrosa… Y luego los alambrados pasaban ante mí como desfilaría un soldado, rápido, demasiado, mientras las lechuzas paraditas en los postes me miraban con atención. La casa vieja, la estancia, estaba silenciosa y abandonada. Tenía miradores en lo alto para los cañones. Llevaba muchas batallas ganadas con los indios en tiempos hostiles. Yo la observaba como quien ve fantasmas tras las ventanas desiertas. Imaginaba historias turbulentas. Quería caminar sus pasos, subir peldaños, investigar, bajar a los sótanos… Ser una más. El auto seguía su ruta en la llanura donde tantas almas reposaban de su fragilidad. Cuando llegaba al campo, abrazaba la muñeca y me iba debajo del sauce a inventar relatos. Hablaba, le preguntaba cosas, ése era mi refugio que parecía de duendes enamorados. Mi padre arreaba las vacas negras y yo pensaba en la vida que se les cortaba por un capricho de los hombres. No miraba, mi corazón se rompía en pedazos. El cielo era testigo de la debilidad y de los mandatos mientras el molino de agua, con su rezongo de viejo, me decía que el viento venía del sur. Nos alejábamos para volver al pueblo en aquel aparato longevo que parecía una carreta del 1800 y yo sentía demasiado sueño. Llegar a casa era el sosiego. Me recostaba en mi cama donde moraban las palabras sanadoras y mi gato negro me lavaba el pelo. Lo había encontrado debajo de la magnolia del patio. … Cuando murió, mi padre lo sepultó allí debajo de la planta perfumada. Yo le llevaba margaritas y alguna rosa a esa tumba y lloraba, le hablaba otra vez… Él me regaló una flor desde las entrañas mismas de la tierra.


Los jazmines, las uvas, los rosales, el aroma a dulce de ciruelas… son parte de un álbum abrumado de color a primavera y de charlas inconclusas que se desdibujan en cada latido, en un pedazo de cielo que me vio crecer. Me gusta doblar las fotos antiguas: en el umbral contaba monedas de cobre y soñaba… sentía olor a felicidad dormida en las rojas baldosas, bajo los verdes pinos de la vieja avenida mientras recorría el camino ciego, sin llantos. Ese camino imaginado de cuentos y monólogos que me esperaba al final de la tarde perfecta. Hablo de mi niñez sin lluvia en mis ojos, y puedo inventar los días saltando rayuelas, el rodar, el dulce de los caramelos prestados y la melancolía temprana de la infancia aquella golpeando las puertas para huir de su inexorable destino. Es difícil comprender cómo nació la vocación en mí: la escritura. A los tres años prefería cuentos antes que juguetes; debo decir que también me gustaban las muñecas: chiquitas, enormes, rubias, con discos dentro del cuerpo que les hacían hablar y caminar, morenas, de tela… pero los libros fueron los que me acompañaron toda mi vida. Cuando mi madre me traía alguno sentía la felicidad, así la defino: un sentimiento de plenitud. Me inundaba el ser una especie de éxtasis difícil de entender para quien nunca lo ha sentido. La tía Catalina me los leía sobre su regazo y luego yo, como los sabía de memoria, me sentaba en el sillón del living e inventaba la historia como si tuviera espectadores. Cuando aprendí las letras, escribía en las páginas. A los ocho años ya creaba mis propios cuentos de hadas con tapas de cartulina y moños. Llamaba a mis amigas para que escuchasen las grandes obras. Yo, como siempre, sentada en el sillón y ellas en el piso. una necesidad que me llenaba el espíritu y que deseaba compartir.

… Vienen a mi memoria las preguntas de la Hermana María de las Nieves en la clase de castellano en el colegio. Luego de leer mis composiciones, un día me dijo: ‒Tú escribes con palabras que otros niños no usan. ¿Lees mucho? ‒Sí. ‒Tú vas a ser escritora. Al escucharla sentí que tocaba el cielo…
LUJÁN FRAIX




(De “Hija única- Libro de Recuerdos”)

AUTOBIOGRAFÍA

Mi nombre es Luján Fraix y El Libro de los Recuerdos es mi autobiografía. Estudié Letras, soy Preceptora Literaria del Conservatorio Lírico y participé en Talleres de escritura durante 15 años. Con varios premios en mi trayectoria y publicaciones en medios nacionales, edité mi primer libro Amor Verdadero (poemas) en el año 2000, Molinos de viento (cuentos) en 2002, Setiembre (poemas) en 2007 y El silencioso grito de Manuela (novela) en 2017 que tiene su página en Facebook. He participado en la Feria del Libro de Buenos Aires 2018, Feria del Libro de La Rioja (Argentina) y Feria del Libro de Guadalajara. Soy autora del blog Luján Fraix lo mismo que en la página de Facebook, Pinterest, Twitter y Linkedin y también administro cinco sitios más en internet relacionados con la literatura: Biblioteca personal, Niña Bella, Montmartre-La bohemia-, Luján Fraix-biografía y Árbol de Diana. Con numerosas menciones en páginas de escritores y arte, en periódicos de Uruguay y en revistas digitales.

OBJETIVO Cultivo todo tipo de géneros. La novela histórica tiene demasiados seguidores apasionados, lo sé porque llevo tiempo en Amazon con ‘La nodriza esclava’ que es una de las preferidas. Mi prioridad es escribir personajes veraces con trasfondo psicológico, de contenido profundo que ayude a pensar, a aprender y a enriquecer la cultura.