La novia ¿Ella regresó por amor? (3ra parte)
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La novia---Luján Fraix
·
Luján Fraix
Luján Fraix
a la/s
octubre 29, 2019
Antonio Capel |
De
repente, escuchó un grito:
-¡Préstame
el auto!-interrumpió Roberto con prepotencia y el rostro distorsionado como si
fuera la propia muerte que se estuviera riendo de Salvador.
-¡El
auto no se toca!-volvió a contestar Salvador con la paciencia al borde del
colapso.
-Egoísta,
mal padre-protestó Roberto con tono amenazante.
Se
fue hacia el garaje, donde se hallaba el flamante coche de su padre, y con una
navaja lo rayó de punta a punta; luego se marchó tranquilo por la calle
desierta a agotar el poco dinero que tenía con mujeres o a beber en algún bar,
sin ninguna intención de ocultar sus vicios.
El
centro de la habitación la ocupaba una mesa redonda, de roble, rodeada de
sillones de cuero colocados delante de la biblioteca. Directamente, encima de
la mesa, pendiente del techo, había una lámpara de cristal.
-Te
quiero, hijo-le dijo Úrsula-He estado algo enferma, te pido que no me
abandones. La iglesia me está esperando, seguro perdonará mi infidelidad.
-Sí,
mamá. No puedo venir tan seguido, piensa que tengo una familia. Ya no soy el
niño que tú cuidabas tanto.
-Lo
sé. Dime, ¿eres feliz?
-Bueno,
tú entiendes… Dolores es tan especial.
-Una
mujer perturbada. Eso ya lo sabías cuando decidiste casarte con ella. Tuviste
muchas oportunidades: chicas educadas de buena familia y tú elegiste a Dolores
que, vamos a ser sinceros, te había engañado más de una vez y se comentaba que
te quería por tu dinero. Tengo que ser realista y perdona, pero a estas
alturas… aunque tú todo eso ya lo sabes. Yo lo único que quiero es que no te
maltrate.
-¡Madre,
soy un hombre!
-¿Y
eso?. Hoy la violencia tanto física como psicológica puede darse de ambas
partes.
Salvador
hizo una pausa, sonrió débilmente a Úrsula a quien amaba, se apartó de la mesa
y dirigió sus pasos al encristalado armero adosado a la pared que tenía sus
cortinillas cerradas para que nadie viera los objetos reservados.
-Acá
guardaba mi padre las armas en condiciones y cargadas ¿ no?
-Sí,
pero deja eso que me da terror.
Cerró
el armero y volvió a la mesa junto a su madre; con delicada lentitud se acercó
a ella y le dio un beso. Ahora, después de haber visto las armas, se sentía más
seguro aunque siempre existe una filosofía para la falta de valor.
Cuando
salió al patio, vio que los gatos trepaban el tejado para observar su presencia
y se acordó de su niñez y juventud cuando los abrigaba en sus brazos
llenándolos de lágrimas. Se sentía tan solo después de la muerte de su padre.
No había podido sobreponerse, a pesar de los años transcurridos, a esa pérdida.
Pensar en él lo hundía en el desgarro.
-Cuídate,
mamá. Mañana vuelvo.
-Bendiciones
para ti-dijo Úrsula. Toda su vida se había aferrado a él para protegerlo porque
su amor era infinito. Lo cierto era que, de alguna manera, lo había aislado del
mundo.
Salvador
llegó a la casa con su coche sin advertir que se encontraba todo rayado,
arruinado, por el capricho de su hijo Roberto. Cuando dio unos pasos, volvió la
mirada y allí estaba… Su BMW parecía un automóvil viejo y deslucido.
-¡Dónde
está Roberto!-le gritó a Dolores que se hallaba en el living pintándose las
uñas.
-Déjalo
que no hizo nada.
-¡No
hizo nada!-gritó Salvador después de escuchar su repugnante respuesta.
-Tú
siempre te ensañas con él porque es joven, porque sientes que compite contigo.
Tú eres el padre, no el hermano.
-Porque
soy el padre exijo respeto.
-Bah…
No sabes ser padre ni marido, eres egocéntrico, piensas solamente en ti y en tu
estúpido auto. Dinero y más dinero.
-¿Y
tú? Necesitas de ese dinero, lo gastas a manos llenas, nada te importa, ¿verdad?
Continuará...
Continuará...
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