"El amor es el anhelo de salir de uno mismo". Charles Baudelaire.

 

En silencio, preparó la carreta vieja y ató los bueyes. Parecía enojado con la vida. No quería hacer semejante desaire a un hombre como el patrón. La culpa lo martirizaba. Le escribió unas líneas como pudo porque sabía poco de escritura. María también había dejado una esquela en su cuarto para sus padres, tratando de explicarlo todo y pidiéndoles que no la buscaran porque al llegar a destino se comunicaría con ellos.

María y Braulio partieron esa misma tarde. Los esperaba un viaje muy largo. Por la calleja polvorienta, abrasada por el sol, barrida por los surcos que dejaban los lodazales, marchaba aquel carro con su sepulcral condena y ese miedo que brotaba de los ojos de María cuando escuchaba algún ruido. Temía que la estuvieran siguiendo en alguna diligencia más veloz. Braulio sabía que en lo extenso de aquellos caminos estaban las postas para descansar y cambiar los caballos o bueyes.

Diseminadas en la soledad del territorio, expuestas a los ataques, destruidas cien veces y levantadas otras cien, las postas fueron como semillas de las nuevas poblaciones.

‒De noche dicen que se ven luces en el camino ‒comentó María al anochecer.
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TU SILLÓN VACÍO
La Revolución de Mayo-1810