La última mujer (Cap 3 Magnates y Banqueros-1era parte)

 



MAGNATES

 Y BANQUEROS

 

Inglaterra, abril de 1912

 

 

Amanecía.

La ciudad continuaba sumida en la niebla y las farolas del alumbrado lucían como perlas. A través del envoltorio aislante de aquella espesa humedad, la vida seguía rodando por las grandes arterias con el rumor del viento poderoso. Dentro de la casa el resplandor de las brasas daba calidez al momento. Mark se fue tranquilizando. No había persona a quien guardara más secretos que a Violet, pero no quería exponer una noticia que no le correspondía decir a él.

‒¿Estás listo, papá?‒gritó Rebeca desde la puerta de entrada.

Lucía un traje con mangas amplias en contraste de colores; la falda llevaba rosas en forma de cascadas sobre los laterales y arrastraba una cola importante color púrpura. Completaba su atuendo un abanico y el Violetta de Parma de Borsari.

La última década del siglo XIX fue la época de los perfumes de violetas, cuya fragancia respondía a la moda y a los cánones de belleza femenina imperantes.

‒Disfrute mucho señor Cooper. No se preocupe por nada. Yo cuido la casa y los guardianes.

‒Adiós, fiel amiga‒respondió Mark acongojado.

‒Oh… por favor. No se ponga así, son sólo unos días. Ya verá qué feliz que regresa. Es una hermosa experiencia.

‒Es que a veces las personas grandes se ponen tan sensibles y más cuando han perdido a su compañera‒le dijo en voz baja Wilson a Violet.

‒Entiendo, lo sé bien.

Después de un interminable saludo a la mucama y a sus perros ovejeros, Mark miró el jardín, las plantas que había cuidado Sarah y la glorieta donde se sentaba a leer. Hizo un inventario de su lugar y abrigó dentro del alma ese mundo tan suyo, tan querido, que iba a abandonar por unos días. Se sintió viejo y acabado, justó él que era un hombre de negocios. La constructora de faros: su obra maestra.


En el puerto de Southampton se encontraron... Carl y Amy Bramson todavía venían discutiendo sobre los cuidados de los hijos. Al fin, las consuegras se iban a encargar de la tarea en conjunto. No podían estar mejor atendidos. En un principio, Amy había decidido llevar a Román y a Beatrice pero después cambió de idea porque Rebeca y Wilson no tenían hijos y sólo los acompañaría Mark.

La muchedumbre se agolpaba en el puerto para despedir a los pasajeros: familiares, amigos, sobrinos, tíos… Mark Cooper llevaba su baúl en una mano y en la otra el bastón. No había querido desprenderse de él, es que nunca lo hacía y su familia no se daba cuenta de nada. Siempre les pareció normal, menos a Alan que acechaba entre los pasajeros de tercera clase. Estaba preparado para zarpar con ellos, a escondidas, con la intención de recuperar algo que le pertenecía. Su avaricia iba en aumento como su delirio. Le había dejado una nota a Harry, su padre, sobre la mesa.

Me voy en busca de la vida y del futuro, la prosperidad que ambos necesitamos. Estoy en el Titanic. Hasta la vuelta.

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LA ÚLTIMA MUJER.
La última noche del Titanic.
La última pelea.