La última mujer (Cap 2 Los Vigías 4ta parte)

 




Para salir de los atajos hay que estar bien de espíritu.

Rebeca eso lo sabía muy bien. Se necesitaba fuerza y valor, tener el alma pura de sentimientos negativos y soñar con aquello que podría ser posible: la sanación.

‒Yo creo que después de esta hermosa experiencia, Rebeca va a quedar embarazada‒comentó Amy.

‒Puede ser.

‒¡Sí que eres corto de palabra! Ay… sí. Sería maravilloso. A ese matrimonio le falta un niño.

Carl se quedó cavilando unos instantes. Le sorprendían las palabras de Amy y también lo tranquilizaban.

‒Un hijo es una bendición y Dios sabe cuál es el momento indicado para enviarlo. No hay que tener demasiadas expectativas.

‒Yo la adoro a mi amiga Rebeca y pienso que ahora es su momento. Ella lo desea, lo sé desde siempre.

 ***


Alan merodeaba por la ciudad buscando cómplices. Había algo extraño en esas sensaciones, algo perturbador que resultaba a la vez absurdo y antagónico. Se sentía más cruel y en su interior aparecía un deseo obstinado, la fluidez de imágenes desordenadas que pasaban por su memoria como el agua en un molino; sentía que lo sujetaban todas las ataduras de una prisión y también una libertad desmedida que le invadía el alma. En el soplo de su vida, se veía perverso igual que un esclavo vendido a algún demonio innato. Estaba embriagado por el deseo de posesión y eso lo llevaba a cometer actos impropios.

Caminó por un callejón lleno de perros y tachos, con grandes lagunas de agua estancada y verde. Allí conocía a algunos amigos de esos que suelen caminar por rutas oscuras.


‒El barco de los ricos mafiosos está por zarpar‒dijo uno.

‒¿Cuándo?

‒Mañana.

‒Bueno sería tratar de desvalijar a alguno de esos desgraciados que viven todo el día de fiesta y fumando cigarros importados.

‒Las mujeres llevan collares caros que les regalan los amantes de turno.

‒Hay que tener cuidado porque la zona suele estar vigilada.

Alan escuchó, de lejos, esas conversaciones y la sangre se le convirtió en fuego dentro del cuerpo.

¿Por qué algunos tenían tanto y otros nada? Porque trabajaban y luchaban por superarse, le diría seguramente su abuelo. Ésa era pura teoría y llevaba demasiado tiempo. Él tendría que conseguir la maleta de Mark lo más rápido posible, pero las horas no pasaban y la ansiedad lo consumía…

Se fue para la residencia de Mark con la intención de buscar alguna noticia reciente. No podía pedirle más, pero sí observar sus movimientos. Se acercó a la reja y vio que el ambiente estaba tranquilo. Los perros ovejeros se hallaban atados en el patio trasero y la puerta del jardín se encontraba abierta. Se sentía incompleto, con un afán corrosivo de ladrón que arremete contra la víctima más inocente porque sabía que la oportunidad se le presentaba casi regalada y a sus pies. No podía desaprovecharla.

Se asomó al cuarto de Mark sigiloso como asesino serial pero no vio a nadie. Lejos, se escuchaba a Violet que estaba cantando. Sobre la cama de su abuelo había un abrigo liviano, un sombrero de fieltro y dos maletas: una de ellas era el baúl que, según el anciano, contenía el tesoro.

Alan sintió un escalofrío de ultratumba al comprobar que su abuelo se llevaría el botín a bordo. ¡No podía ser verdad! ¡Maldición! No sabía qué hacer ni qué pensar. El plan se le desbarató en menos de un minuto y la ilusión de apoderarse del dinero ya no podía ser posible.

‒Tramposo ‒dijo por lo bajo‒. Ingrato.

‒¡Joven Alan! ‒escuchó de repente. Era Violet que lo descubrió espiando por las ventanas‒. ¿Necesita algo? ¿Por qué no entra a la casa y se despide de su abuelo que mañana parte de excursión?

‒No, me emocionan las despedidas.

‒Oh… No diga eso que acá no se va a morir nadie. Es por unos días que se va. No sea tan sensible. Es un niño, usted. ¡Tan tierno!‒comentó Violet con cierto candor.

‒Gracias, soy muy sentimental.

‒Bueno, si le hace mal yo le digo que usted vino a despedirse y que le dejó un abrazo.

‒Sí, mejor‒respondió Alan y escapó perturbado por sus mentiras del jardín de Mark con las ambiciones destrozadas.

‒Pobre Alan, parece tan desvalido ‒murmuró Violet frente al sol que le tocaba la sien como augurio de días encantadores y positivos para todos.

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LA ÚLTIMA MUJER
-1912-
Titanic
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