La última mujer (Cap 2 Los vigías-1era parte)
LOS VIGÍAS
Inglaterra, abril de 1912
Violet
iba de un lado a otro de la casa, estaba ocupada en los preparativos del viaje.
Mark, como siempre, se mantenía ensimismado. Hubiera preferido hacer el
itinerario sin el conocimiento de la enfermedad de Rebeca. Ya era tarde, todo
estaba dicho.
‒Hola,
abuelo. ¿Dónde va?‒le preguntó Alan quien apareció, de súbito, tras la cortina
que separaba la cocina del comedor. Había entrado por la puerta trasera.
‒Voy
a acompañar a Rebeca en un viaje de placer. Es un barco nuevo, maravilloso,
construido hace poco. El más grande del mundo.
‒Ya
sé… Titanic.
‒Justamente‒respondió
Mark desganado‒. ¿Y tú vienes a pedir dinero como siempre?
‒Así
es‒exclamó Alan con un dejo de curiosidad y la mirada pensativa.
‒Espera
un rato aquí que voy del otro lado de la casa a buscar los espejuelos y unos
informes. No tardo.
‒Ve
tranquilo‒respondió Alan y se sentó en el sillón principal del living iluminado
por una lámpara veneciana.
Al rato, se levantó y miró en dirección a la cocina donde solía permanecer Violet en sus quehaceres diarios. Al no escuchar sonido alguno, subió en silencio la escalera dando, de vez en cuando, una ojeada miedosa tras de sí. Entró a un gabinete. En la mesa se podían ver restos de trabajos de arquitectura: mapas, notas, cuentas matemáticas… La chimenea aún estaba encendida y frente al fuego había una butaca y el servicio de té junto a varios libros. Un ejemplar se hallaba abierto y escrito con notas al pie. Parecía ser de medicina. Evidentemente, se había equivocado de cuarto, él buscaba la famosa valija de su abuelo.
“Volveré
cuando se haya ido de viaje”, pensó al escuchar sonidos que venían desde la
planta baja.
Llegó
a tiempo para sentarse muy cómodo en el sofá para recibir a Mark.
‒Aquí
tienes. No me molestes más porque estoy preocupado en unos asuntos.
‒¿No
es que te vas de viaje de placer?
‒No
exactamente.
‒Pues,
no entiendo.
‒Mejor.
Ahora vete que me estoy preparando. ¿Y tu padre? Seguro que sigue tomando
alcohol y fumando cigarros. ¡Es tan irresponsable! Tu madre hizo bien en
alejarse y buscar su destino en Europa.
‒Por
eso me quiero ir a Francia.
‒Trabaja
y lo conseguirás, mi querido.
Alan sintió que su abuelo lo trataba con cierta ironía y soberbia. Eso le crispó los nervios. Pensó en un plan que llevaría a cabo cuando él se marchase a estepas heladas en el océano, ese mar que a veces traiciona. La maleta era su objetivo. De niño, había escuchado que un tesoro se ocultaba allí dentro y él lo necesitaba tanto. Dinero, joyas…