Niño solitario, niño huérfano

 

---Adiós ---dijo, y se levantó el sombrero con un saludo algo cínico y superficial. Antes, miró por los cuatro costados. Había gente trabajando como si fuera un gran pueblo. Le dio celos, muchos...
Ricardo, con impotencia y dolor, golpeó con su puño la pared. Sentía la soledad durmiendo a su lado, y el tiempo detenido en el ayer. Se veía niño huérfano con los zapatos rotos y frío en el cuerpo, rodeado por unos brazos que intentaban darle calor: los del tío Fortunato.
Luego las velas encendidas en las noches apretadas tratando de hacer los deberes que no entendía para el colegio; Fortunato siempre a su lado ayudándolo en las matemáticas y en los verbos que le resultaban tan difíciles.