Grito de Mujer

 


Manuela divagaba porque no podía ocultar el idilio que tenía con su amada hija pero tampoco deseaba cruzar la reja porque sus huesos arrojaban frío. Sabía que en el fondo de la sombra estaba la tempestad, un demonio que no entendía de bendiciones y con quien tenía que luchar hasta dejar la última gota de sangre. Por momentos, creía ser tan omnipotente como Dios pero luego caía en el silencio que da la incertidumbre con su oleada de presagios. Ella era la niña que necesitaba abrigo porque el espejo no tenía cara para enfrentar sus arrugas.

Miedo a crecer y a sufrir.
Miedo a la libertad.

Manuela una mujer real que desde su eterno silencio manejaba los hilos de la vida: la suya, la de otros... sin imaginar que era observada más de una vez por el destino que tiene la última palabra. Ella era visionaria, simple, cristiana y se refugiaba en los credos para no tener que tomar decisiones. No podía, no quería... No le habían enseñado a tener coraje.

Eternamente Manuela.


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