Nina y sus historias

 


LA FELICIDAD

−Cuando era pequeña, antes de ir a dormir, me asomaba a la ventana o salía, en verano, a la vereda frente al campo silencioso y oscuro para saludar a Santiaguito que, según mamá me había dicho, se había ido a vivir a una estrella. Cuando las nubes las ocultaban yo lloraba mucho −le contó Alicia a Nina quien escuchaba atenta−. Lo imaginaba con sus alas de ángel y luminoso, con muchas estrellitas en la cabeza y una estela en los pies a manera de cola con tules. Yo decía que él me pedía el amor que yo no podía darle.
−¿Las estrellas tienen ojos? −preguntó Nina.
−No sé. Tal vez sí y nos miran.
−Es que el cielo está lleno de muertos.
−Bueno, no tan así. Está poblado de almas que se fueron a vivir allá.
−Entonces… vivimos dos veces.
−Una −respondió Alicia porque Nina siempre la desorientaba. Cuando creía que tenía la respuesta, volvía a enredarse en la telaraña que la niña tejía y destejía en su imaginación.
−La vida es un camino largo que un día llega a su fin.
−Y después viene la oscuridad o la luz, porque la oscuridad existe para acoger la luz −respondió Nina.
−Mejor ve a tu cuarto a leer cuentos. ¿Sí? −le contestó Alicia porque ya no sabía qué responder.
−¡Espera! ¿Qué olor tiene la felicidad para ti?
−Oh… ¡Qué pregunta! Creo que a torta de chocolate…, no mejor a tierra mojada. ¿Y para ti?
−Bueno −dijo Nina con un gesto tierno−, huele a mamá y se arrojó de un salto sobre ella que tuvo que hacer equilibrio para sostenerla−. También huele a libro y a gato… ¿No te enojas?
−Claro que no, mi chiquita. Te amo. Lo sabes, ¿no?
−A veces no.
−¿Cómo qué no? −respondió Alicia y la bajó de sus brazos para correr una carrera para ver al gato que estaba durmiendo en el cuarto. Ambas salieron a toda velocidad y terminaron, de narices, en el piso del pasillo.
El gato, por el alboroto, corrió a esconderse debajo de la cama.
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Cuento de mi libro infantil
Nina y sus historias.