La Liberación. Hermanas Brontë (Cap 2-Patrick Brontë. 2da parte)
Charlotte |
−¿Y su carácter? ¿Tengo entendido que era demasiado austero?
-Muy
inflexible, hipocondríaco y misántropo. Hablaba sobre el Apocalipsis y por eso
estaba lleno de manías. Le daba mucho miedo el fuego. La rectoría no tenía
alfombras ni cortinas y siempre había baldes de agua disponibles. Le gustaban
las armas y llevaba unas pistolas cargadas que disparaba todas las mañanas
contra la torre de la iglesia.
−¿La
gente no le temía?
Más
o menos porque nos amaba y era abierto,
inteligente y generoso. Fue él quien se encargó de nuestra educación; nos
compraba libros, juguetes, nos impulsaba a leer y a escribir, a soñar con un
mundo mejor.
−Pero
era excéntrico…
−Y
sí, así podía ver la vida. Cada persona lleva un mundo dentro y hace de él su
cueva, su refugio, el altar… Lo respeta y lo cuida como el bien más preciado
porque es parte de su identidad, del ser mismo. Y no permite que lo invadan con
asuntos triviales o ajenos.
−¿Y
físicamente?
−Alto,
guapo, pelirrojo, con ojos azules.
−Debió
ser muy atractivo –comentó Sallie.
−El
hecho de ser religioso y de escribir poemas y prosa didáctica lo convertía en
un personaje peculiar que lo alejaba de la gente por su rectitud y
autoritarismo. Yo lo recuerdo así, algo disperso. Pensando siempre en nuestro
hermano varón Branwell. A él le daba dinero, lo poco que tenía para que pudiera
estudiar. Nosotras, las mujeres, pasábamos por muchos estados de angustia y
soledad, por el desamparo. Es que la mujer era relegada a último lugar.
−¡Qué
injusto!
−No
importaba ni importa lo justo. Entiendes por qué te explico lo del seudónimo.
El varón es aceptado, la mujer no. No interesa si tiene talento o si se
esfuerza demasiado. En esta época la mujer no vale nada.
−Pero
todo va a cambiar…
−Esperemos
que así sea por el bien de muchos, aunque yo no lo veré. Ahora regresa a tu
casa. Por hoy es suficiente. Vuelve, si quieres, mañana. A la misma hora. ¿Te
parece?
−Claro
–respondió Sallie encantada.
Charlotte
subió las escaleras y desapareció por los aposentos, por detrás de una enorme
caja de roble cerca del alféizar de la ventana donde se hallaban apoyados
varios libros polvorientos.
Emily |
−Y
los sermones –murmuró la escritora principiante.
De
haberlos escuchado se hubiera escapado para caer por esas ciénagas, esperando
desaparecer lo más rápido posible. El ser humano tiene sus debilidades y
Patrick era un hombre obsesivo, un clérigo irlandés, que se bebía sus propias
oraciones con la solemnidad de los párrocos adustos.
¡Cuánta
rigidez y formalidad!
Ser
hijas de un clérigo significaba ir por un camino aciago, sobre todo si ese
padre era pobre y arrastraba hondas preocupaciones sin futuro.
Patrick
Brontë ya era una leyenda, pero Sallie lo traía para revivir cada gesto y para
llevarlo a lo más alto.
La sabiduría del
encuentro lleva mensajes y enseñanzas. Es belleza.