Hija única. Libro de recuerdos

 


La palabra siempre sanó esas lesiones y otras tantas porque fue el refugio, la hermana que no tuve, el afecto que me faltó, las caricias y el abrazo que buscaba y que, por capricho del destino, no encontraba. Yo igual era afortunada porque ese pequeño lugar era sólo mío y se transformaba en la coraza que necesitaba contra el dolor, las faltas y las heridas. Podía inventar otras vidas y recorrerlas dejando mi propia huella, las nostalgias, mi inocencia...
Entre caprichos de niña-grande y rebelde fui aprendiendo el arte de ser, en la tierra cenicienta que me vio llegar a este mundo. Y poco a poco fui conociendo la fatiga, los juicios, la oscuridad, el amor y el desamor, otros vestigios y el mensaje de quien tenía diferente dialecto, pero que sumaba riqueza al mío: el puente a la amistad era muy valioso, un bálsamo de esencias, tal vez espejo crítico, prodigio y desvelo.
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HIJA ÚNICA.
Libro de recuerdos