Revelaciones




La tarde me trajo la luz viva del recuerdo...
A la izquierda del camino, a unos cien metros, vimos el cementerio. El auto viejo color bordó marchaba cada vez más despacio para respetar el descanso de los abuelos tras los muros de torres almenadas. Entre el pinar y los rosales, los cipreses, los mármoles y las figuras aladas hablaban un idioma que poblaba el espacio de interrogantes, en un presente sin conciencia del peligro. Las almas musitaban sus reclamos, pero nadie escuchaba las sentencias.

Por el sendero de tierra hollada, el auto cruzaba los trigales bajo el sol entre los mugidos y las cúpulas crucificadas mientras la lumbre, que parecía emerger desde las profundidades, nos envolvía cual manto y lo visible se transformaba frente al polvo del llano.

La huella del surco agreste consumía la maleza y nos abrazaba con su luminiscencia insólita y glacial que llegaba a lo más hondo, a los cuerpos, cuando el pañuelo de mi madre quería volar en fragmentos multicolores.

El coche aceleraba para llegar más rápido a un destino que se acortaba... y había alegría, risas, caprichos y deseos de enmascarar la realidad, sin entender el mensaje que dejaba la fugacidad de los momentos.

A la entrada del pueblo, el panorama me pareció familiar: las casas de tejados rojos, los almacenes con olor a yerba, los perros cruzando las callecitas y la gente que saludaba con las manos en alto aun cuando la noche cubría esos hogares con música, voces y perfume de jardines habitados por magnolias y por gatos.

Yo, parada en una esquina, con treinta años sobre mis hombros, observaba con tristeza aquel carruaje bordó que atravesaba la avenida; mis padres sonreían y llevaban en el asiento delantero, los tres juntos, a una niña que tenía el ceño fruncido.

¿Quién era aquella criatura disconforme con las leyes establecidas que preguntaba y respondía sin ver la felicidad?

Yo estaba mirando pasar mi vida sin saber si me hallaba de pie en la acera o si todavía, con la impaciencia de mi edad, me atormentaban los eternos viajes en el auto viejo.

L.Fraix (cuento)