Diario de Pablo Neruda: el nacimiento del poeta
"Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia,
que mi único personaje inolvidable fue la lluvia.
La gran lluvia austral que cae como una catarata del Polo,
desde los cielos del Cabo de Hornos,
hasta la frontera.
En esta frontera nací a la vida,
a la tierra,
a la poesía y a la lluvia...
Por mucho que he caminado me parece que se ha perdido
ese arte de llover que se ejercía como un poder terrible y sutil
en mi Araucanía natal.
Llovía meses enteros.
La lluvia caía en hilos como largas agujas de vidrio
que se rompían en los techos,
o llegaban en olas transparentes contra las ventanas,
y cada casa era una nave
que difícilmente llegaba a puerto
en aquel océano de invierno...
Por las veredas, pisando en una piedra y en otra,
contra frío y lluvia,
andábamos hacia el colegio.
Los paraguas se los llevaba el viento.
Los impermeables eran caros, los guantes no me gustaban,
los zapatos se empapaban.
Siempre recordaré los calcetines mojados
junto al brasero y muchos zapatos echando vapor,
como pequeñas locomotoras...
TEMUCO es una ciudad pionera, de esas ciudades sin pasado,
pero con ferreterías.
Como los indios no saben leer, las ferreterías ostentan
sus notables emblemas en las calles:
un inmenso serrucho, una olla gigantesca, un candado ciclópeo,
una cuchara antártica.
Más allá, la zapatería, una bota colosal.
***
Mis padres llegaron de Parral, donde yo nací.
Allí, en el centro de Chile, crecen las viñas y abunda el vino.
Sin que yo lo recuerde, sin saber que la miré con mis ojos,
murió mi madre doña Rosa Basoaldo.
Yo nací el 12 de julio de 1904
y un mes después, en agosto,
agotada por la tuberculosis, mi madre ya no existía...
Mi padre se llamaba simplemente José del Carmen.
Salió muy joven de las tierras paternas y trabajó de obrero
en los diques del puerto de Talcahuano, terninando como ferroviario en Temuco.
...Aunque murió hace tantos años
por allí debe andar mi padre
con el poncho lleno de gotas
y la barba color de cuero.
La barba color de cebada
que recorría los ramales,
el corazón del aguacero,
y que alguien se mida conmigo
a tener padre tan errante,
a tener padre tan llovido...
Es difícil dar una idea de una casa como la mía,
casa típica de la frontera, hace sesenta años.
En primer lugar,
los familiares domicilios se intercambiaban.
Por el fondo de los patios los Reyes y los Ortegas,
los Candia y los Mason,
se intercambiaban herramientas o libros,
tortas de cumpleaños, ungüentos para fricciones,
paraguas, mesas y sillas..."
Mi infancia son zapatos mojados, troncos rotos
caídos en la selva, devorados por las lianas
y escarabajos, dulces días sobre la avena,
y la barba dorada de mi padre saliendo
hacia la majestad de los ferrocarriles...
***