Querido y remoto muchacho, de Ernesto Sábato




La palabra "poesía" tuvo sus orígenes
en Poiesis (griego).
Lo poético era el lugar donde se revelaban los dioses.
Los escritores eran hombres consagrados,
condenados a ser videntes 
y a testimoniar lo luminoso
y lo tremendo de la vida.


El poeta es elegido,
es una vocación que le llega;
exige la intervención de lo sobrenatural.


Cada autor además de talento
o del genio necesitará de otros atributos espirituales:
el coraje para decir su verdad,
la tenacidad para seguir adelante,
una mezcla de fe en lo que tiene que decir
y de reiterado descreimiento en sus fuerzas,
una combinación de modestia ante los gigantes
y de arrogancia ante los imbéciles,
una necesidad de afecto 
y una valentía para estar solo.


Un escritor profundo no puede meramente describir
la existencia de un hombre de la calle.
En cuanto se descuida, 
aquel hombrecito empieza a sentir y pensar
como delegado de alguna parte oscura
y desgarradora del creador.
Sólo los escritores mediocres
pueden escribir siempre crónica
y describir la realidad externa de una época
o de una nación.



En los grandes, su potencia es arrolladora
que no pueden hacerlo aunque se lo propongan.
Nos dicen que Van Gogh
quería copiar los cuadros de Millet.
No podía, claro:
le salían sus terribles soles y árboles
que no eran otra cosa
que la descripción de su espíritu alucinado.


Un gran poeta no trafica con las emociones:
sufre la visionaria tensión del hombre con su destino.

Ernesto Sábato.

Santos Lugares, Abril 1990