Los ángeles azules


 


−Para el que sufre no existen los tiempos. Puede ser verano o invierno, noche o día; el dolor cala hondo cada trozo de piel y hay que disfrazarse −sabes−, colocarse el traje de luces como los payasos y reír con lágrimas hasta que el cuerpo no pueda más. Luego te vas a dormir y peleas con las sábanas, cuentas ovejas, para un lado y para el otro. La mente teje y desteje. Rezas una oración, le hablas al ser amado, le pides ayuda, y crees ver una luz que se mueve, una respuesta. Sólo crees y eso alimenta tu deseo de levantarte al otro día para vestirte con el mismo traje. Caminas pasos agigantados entre la melancolía y la desconfianza, te entregas a los demás porque quieres que sean felices, pero nadie piensa en ti y en la cruz que cargas. Nadie te pregunta si necesitas algo o si estás bien porque te ven fuerte, omnipotente, con la vida solucionada. ¿Qué más puedes pedir si lo tienes todo? Se olvidan. Prefieren ir por el camino más corto, se alejan si te ven triste. Tú, solamente tú, eres dueño de tus silencios y de las lágrimas que derramas en soledad. Afuera está la vida que con su frivolidad es sorda y ciega ante los necesitados. Mejor no hablar porque hay que ser valiente para quedarse solo, como mi hermano que no se guarda nada y culpa al resto de su infortunio. A él no le importa, pero a mí sí y es por eso que nunca me vas a ver débil y quejándome de mis dolores, ni físicos ni de los otros. Nadie tiene la culpa de los vacíos existenciales y de las tragedias, nosotros vamos marcando, con nuestros pasos, el destino que es matemático y exacto.

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"No vemos a los ángeles; pero en las avenidas oscuras de la angustia se acercan y nos llaman. Se parecen a ellos las personas queridas y no son sino ángeles los seres que nos aman" Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)

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LOS DÍAS SEMEJANTES
Por los caminos de agua...
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