Los ángeles azules
−Para
el que sufre no existen los tiempos. Puede ser verano o invierno, noche o día;
el dolor cala hondo cada trozo de piel y hay que disfrazarse −sabes−, colocarse
el traje de luces como los payasos y reír con lágrimas hasta que el cuerpo no pueda más. Luego te vas a dormir y peleas con las sábanas, cuentas ovejas, para un
lado y para el otro. La mente teje y desteje. Rezas una oración, le hablas al
ser amado, le pides ayuda, y crees ver una luz que se mueve, una respuesta.
Sólo crees y eso alimenta tu deseo de levantarte al otro día para vestirte con
el mismo traje. Caminas pasos agigantados entre la melancolía y la desconfianza,
te entregas a los demás porque quieres que sean felices, pero nadie piensa en
ti y en la cruz que cargas. Nadie te pregunta si necesitas algo o si estás bien
porque te ven fuerte, omnipotente, con la vida solucionada. ¿Qué más puedes
pedir si lo tienes todo? Se olvidan. Prefieren ir por el camino más corto, se
alejan si te ven triste. Tú, solamente tú, eres dueño de tus silencios y de las
lágrimas que derramas en soledad. Afuera está la vida que con su frivolidad es
sorda y ciega ante los necesitados. Mejor no hablar porque hay que ser valiente
para quedarse solo, como mi hermano que no se guarda nada y culpa al resto de
su infortunio. A él no le importa, pero a mí sí y es por eso que nunca me vas a
ver débil y quejándome de mis dolores, ni físicos ni de los otros. Nadie tiene
la culpa de los vacíos existenciales y de las tragedias, nosotros vamos
marcando, con nuestros pasos, el destino que es matemático y exacto.
*
"No vemos a los ángeles; pero en las avenidas oscuras de la angustia se acercan y nos llaman. Se parecen a ellos las personas queridas y no son sino ángeles los seres que nos aman" Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)
*