Los libros, las lágrimas y las nostalgias... (La abuela francesa)

 



Frente al portón de la entrada Melanie tembló… Le pareció sentir el hielo de la muerte en la figura de François que la recibía como antes, cuando en el pasado feliz no existía el adiós. Eran los primeros días de abril y los pájaros comenzaban a cantar entre los cardos frente a ese cielo, en una tarde plena. ¡Cuántos recuerdos! La chaqueta azul y el sombrero de copa alta con felpa de seda, el farolito escandinavo de vidrios traslúcidos o las tinajas de porcelana de la abuela Francisca, un perro grande y otro pequeño, los dibujos separados de la copia de Van Gogh.
Los libros, las lágrimas y las nostalgias  del ayer permanecían en su sitio. El caballo Juancho se había comido las últimas florecitas que vivían entre las zarzas frente a las risas, en un tiempo lacónico donde los seres queridos morían sin darse cuenta.
El reloj del comedor sonó con un ritmo de hierro sobre el yunque. Melanie se miró en el espejo y vio su cara algo envejecida y fatigada; parecía una sacerdotisa destinada al sacrificio. (fragmento)
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